Monterrey era un poblado de pequeñas dimensiones para 1846. Contaba con gran vegetación y estaba rodeada por los ojos de agua de Santa Lucía y el afluente del Santa Catarina.
Cuando el ejército de Estados Unidos ataca la ciudad los días 21 al 24 de septiembre, sus pobladores se ven en la necesidad de enfrentarse a una guerra para la cual no estaban preparados.
El Coloquio por el 172 aniversario de la Batalla de Monterrey, realizado por el Museo Regional El Obispado, abordó desde distintos puntos de vista cómo la guerra cambió la vida de los regiomontanos.
La actividad contó con apoyo de los Amigos de la Batalla de Monterrey, una agrupación ciudadana que desde el 2006 se ha propuesto reivindicar el papel de la ciudad durante este hecho bélico.
Por la mañana del sábado, ciudadanos y autoridades del museo brindaron una ofrenda floral en la explanada de los cañones, los cuales fueron utilizados durante la invasión y que hoy se exhiben en el Obispado.
Después, investigadores e historiadores realizaron diversas charlas para recordar los días de combates y la ocupación norteamericana de la ciudad por espacio de casi dos años.
Una guerra perdida
El historiador Eduardo Cázares Puente refirió que la guerra se perfiló gracias al deseo expansionista de Estados Unidos, ante la complacencia de las autoridades coloniales y después de la Independencia.
“México tenía un gran territorio pero despoblado, se cerró al mundo y no era favorable a los migrantes cosa que Estados Unidos aprovechó”, apuntó Cázares en la charla El noreste mexicano durante la guerra México - Estados Unidos.
El primer aviso de “invasión” lo dio la separación de Texas hacia los años de 1830, un territorio que contaba con 7 mil mexicanos y 30 mil colonos estadounidenses.
Una vez que se dio la separación de Texas de México, solo era cuestión de tiempo para que Estados Unidos se interesara en el vasto territorio despoblado del país.
Y en ese deseo por adueñarse del territorio, Monterrey se convirtió en una pieza clave para controlar al noreste mexicano.
“Monterrey fue la batalla más importante porque va a permitir tomar el control de esta región del noreste”, reflexionó el historiador.
Gracias a los corresponsales de guerra, las cartas de los soldados norteamericanos junto a pintores y acuarelistas es que tenemos una idea de cómo vivieron los regiomontanos la guerra y posterior invasión.
Las tropas del general Zachary Taylor iniciaron el combate el 21 de septiembre, un día después del festejo por la fundación de Monterrey, atacando la zona que hoy conocemos como Paseo Santa Lucía y al cerro del Obispado.
El enfrentamiento continuó hasta el 24 de septiembre cuando el militar Pedro Ampudia decide entregar la ciudad, con la condición de evitar mayores daños a la población.
“La ciudad era muy provincial. Teníamos mucha vegetación y el río Santa Catarina llevaba agua, podríamos decir que nunca había recibido los embates de una guerra de esta magnitud”, comentó el historiador.