‘Silent Disco’: ¡Salud por la fiesta silenciosa!

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EL ÁNGEL EXTERMINADOR
Miriam Canales/ @miricaiba

Muchos dejarán de quejarse de los altos decibeles de las parrandas vecinas. Ya puedes acercarte a charlar con la chica o chico que te gustó a distancia sin necesidad de gritarle. Es la Silent Disco. El festejo callado. Shhhhhhhh...

Quien escribe estas líneas acude a presenciar una de estas juergas en el edificio Shard de Londres. Sin aparente música, los cuerpos bailan y se contonean convulsivamente. Sin importar si suenan desafinados, corean las canciones que escuchan en sus audífonos inalámbricos. En algunos países como Inglaterra, España, Estados Unidos y Portugal se prescinde del fragor nocturno. Aunque se trata de una práctica longeva que se ha aplicado en conciertos, bailes, flash mobs y festivales como Coachella, los auriculares son un recurso muy efectivo para obtener privacidad y crear una atmósfera íntima con la música en vez de utilizar altavoces.

Londres se ha caracterizado por ser una de las ciudades más entusiastas en promover los Silent Disco en diferentes sedes que van desde pequeños recintos hasta el edificio más alto de esta urbe conocido como The Shard. Este rascacielos de 72 niveles y 300 metros de altura, inaugurado en 2012 con capital invertido por Qatar, posee una vista excelsa desde su piso 33, donde la fiesta explota. El frío pulula, resulta intenso para los juerguistas no habituados a las heladas ráfagas londinenses, mientras que los cuerpos oriundos suben a la cima sin importar si su camisa es de mangas cortas o si la falda es pequeña. La vista ofrece una memorable estampa nocturna. La música y el frenesí son primero antes que pensar en contraer un resfriado. La velada se adereza con bebidas mientras el ligue va cocinándose o uno escucha las conversaciones ajenas si tiene la picardía de bajar el volumen.

El ritmo fluye en una mesa de gustos de toda índole: hip hop, rap, new wave, pop, reggae, dance, rock y música variada desde clásicos de los sesenta hasta la actualidad. Tres dj’s programan la selección en diferentes canales y cada uno posee un color que lo caracteriza, ya sea azul, verde o rojo. De este modo, se vuelve una pequeña competencia por acaparar más oyentes. Si no te gusta la canción puedes cambiarla con un simple click. Aquí resurgen los temas clásicos de tu prepa o tus gustos culpososcomo Britney Spears, Spice Girls, New Kids on the Block o Aqua, y puedes moverte con ellos sin pena frente a tu pareja o amigos intelectuales que solo escuchan rock progresivo.

Olvídate también de esos dj’s que dan por hecho que todos disfrutarán su repertorio de reguetón o cumbias o esos ponediscos listillos fanáticos de música experimental que tienen ínfulas de expertos. La mayoría de estos programadores no suelen ser de un nivel profesional, por lo que es a través de sus contactos que son reclutados. Al llegar al Shard, la hostess encargada de proveer los audífonos insinuaba que el color verde es el mejor, con cierta complicidad.

“Todo comenzó por mera curiosidad. Habré visto algo antes en la televisión o internet. La idea me pareció que sería entretenida y quisimos intentar. Una ventaja práctica de hacer un Silent Disco es la reducción del ruido. Crea una dinámica fascinante entre la gente, los que están involucrados y los que no, porque si estás fuera los ves bailar, pero no sabes qué, y si estás dentro tratas de entender lo que los demás está escuchando y así se forman conexiones”, explica Eva Oddo, promotora cultural inglesa y miembro del colectivo artístico portugués ZAAT (Zonas de Autonomía Artística Temporaria), con experiencia en organizar estos eventos en Lisboa, donde reside actualmente.

Aunque Oddo ya no ha continuado con la logística de estas actividades, explica que sus costos son muy variados. Gran parte de la inversión se destina solo a conseguir los cascos inalámbricos que puede alcanzar precios de hasta 900 euros (15 mil 700 pesos). Si no se realiza un cálculo aproximado de la cantidad de asistentes es posible que muchos de estos queden sin usar. En algunos otros casos tampoco se vende alcohol, pero queda a criterio de los anfitriones.

“Sin embargo, en términos sociales, creo que las discos y fiestas tradicionales ofrecen una dinámica mucho mayor, en términos de música fuerte, en la experiencia compartida del sonido, la cual puede o no ser conductora de una charla o de comunicarse en otras facetas. Creo que los Silent disco son buenos intentos, pero no creo que sean una forma ideal de fiesta”, comenta la promotora.

En México no existe de momento un recinto que ofrezca estas fiestas de manera constante y comercial. No obstante, en la edición 2014 del Festival Corona Capital se abrió una carpa efímera y ex profesa patrocinada por una bebida energética. Aunque más allá de un proyecto momentáneo dentro de conciertos, podría tener un impacto efectivo a futuro si se concreta por algún otro promotor local. ¿Quién dice que para pasarla bien hay que reventarse los oídos? ¡Abajo los altos decibeles y vivan el mutismo y la intimidad!

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