Mujeres que quizá conozcas

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Grupo editorial diverso que abarca diferentes temas y formatos. La calidad periodística y la diversidad de contenidos son aspectos que definen a las editoriales de Milenio.

EN EL TONO DEL TONA
Rafael Tonatiuh


"Yo veo pasar a las muchachas
como las vacas ven pasar el tren":
Pedro Weber Chatanooga

No me considero feminista, feminazi, afeminado ni feminicida, pero puedo asegurar que un hombre (y a veces una mujer) naturalmente siente atracción hacia la belleza femenina (y ésta puede entenderse de mil maneras, no necesariamente apegada a los cánones establecidos por la publicidad). No lo digo por machismo, sino porque el cortejo es un fenómeno biológico. Hasta una mariposa se maquilla con colores chidos para seducir.

Cuando estás curioseando en el Facebook, aparece una barra de retratos fotográficos, titulada: “Personas que quizás conozcas”, para que consideres si les solicitas amistad o no. En otra ocasión trataré el tema de las fotografías, pero por lo pronto, diré que por mi muro desfilan un montón de retratos de mujeres atractivas de lo más diversas: adolescentes, maduras, ricas, pobres, altas, chaparras, güeras, morenas, profesionistas, iletradas, etcétera.

Si de por sí entrar al Facebook “es una pérdida de tiempo” (como dice el papá de una amiga), entrar a esa barra es caer en un hoyo negro del que difícilmente saldrás, pues antes de averiguar quién es ella, si existen afinidades artísticas, culturales, ideológicas, te perderás admirando su belleza.

Miro fotos de mujeres que posan (aunque, de vez en cuando, se cuela la foto de un hombre), cual pasarela de película de Fellini; el tiempo se esfuma en rostros lindos; alguna foto en particular llama mi atención y entro a su perfil para obtener información. Primero voy a las fotos, después a las fotos de perfil (salvo que haya un álbum titulado “Vacaciones en la playa”, donde puedo verla en traje de baño). Cuando frecuentemente aparece una niña o un niño con ella, es que es mamá (si sale también acompañada de un pendejo, probablemente sea el papá).

Después de ver las fotos, voy a los “amigos en común”. Allí me llevo tremendas sorpresas, pues chavas que son notoriamente modelos, teiboleras o scorts (incluso que ni se les ve el rostro, sino puras nachas y bubis), tienen en común conmigo a intelectuales y académicos, de los que se toman una foto en su biblioteca, cargando un gato y leyendo a Cortázar.

Pero no menos sorpresas me llevo cuando estoy viendo las fotos y descubro likes de varones que no imaginaría, casados, que viven al otro lado del país del que vive la chica, e incluso que no tienen nada qué ver, como un saxofonista drogadicto de arrabal, dándole likes a la señora atractiva que vive en el Pedregal, a la que le comenta cosas increíbles como: “¡Tú y yo somos unos par de locos contra el mundo!”

Por supuesto, entre “los amigos en común” no pueden faltar los raboverdes de siempre, plenamente identificados, quienes incluso a veces logran tomarse fotos con las chavitas y las suben a la red, para dar a entender que la morra probablemente sucumbió ante su experiencia y otoñal atractivo.

Muchos amigos hacen comentarios de lo más hipócritas y demagógicos a mujeres que nunca han tratado en su vida, tipo: “¡Te deseo toda la suerte del mundo en tu viaje!”, “Yo tengo todos sus discos, la amo”, “Ya era hora de que fueras al nutriólogo”. ¿Qué pretenden? ¿De veras creerán que funciona? Me enternecen porque me recuerdan a mí, hace muchos años. En aquel entonces, una psicoanalista me dijo: “No puedes cotejar a esa chica, es demasiado bonita para ti”, yo repliqué: “¡Pero en muchas películas los feos al final conquistan a las bonitas!”. Remató: “No intentes conquistar mujeres bonitas. Únicamente lograrás hacerte daño”. Me recordó al abuelo Simpson cuando le dijo a Bart: “¡Tú debes aspirar a comprar el carro usado!”.

Con el tiempo, descubrí que tenía razón. Todas las chicas bonitas que pretendí se fueron con otro. Más aventurero, gandalla y guapo que yo (o más educado, bien vestido y más guapo que yo).

Es muy raro que me tome el atrevimiento de solicitar la amistad de una mujer despampanante, sobre todo si veo que su mundo es tan distinto al mío: paseos junto al mar, en canchas de tenis, gyms, vacaciones a lugares exóticos, cotorreando con gente de su edad y de su tipo, comiendo en lugares a los que no dejarían acercarme ni media cuadra.

A veces, despierto y veo que una mujer guapa aceptó una solicitud de amistad que nunca supe cuando envié. Entonces, la cruda me hace recordar que anoche me pasé de copas, hice tonterías y desperté junto a una desconocida (afortunadamente hermosa, desafortunadamente virtual).

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