1) Está en Nueva York por casualidad
El monumento fue un regalo de Francia a EUA para conmemorar el primer centenario de su independencia, pero pocos saben que Fréderic Auguste Bartholdi, creador de la estatua, originalmente buscaba representar a una mujer árabe para el canal de Suez en Egipto, pero el proyecto no tuvo éxito y se “recicló” para terminar siendo el ícono de la Gran Manzana.
2) Su color original no era verde
La estatua tiene una cubierta de cobre con grosor de menos de 3 milímetros, que al momento de su inauguración era de color marrón oscuro, pero tras los efectos de oxidación la dejaron de su color actual en tan solo dos décadas.
3) Las puntas de la cabeza no son una corona
En realidad representan los destellos de su halo. Miden casi tres metros de largo y son siete, una por cada continente del mundo. Actualmente puedes subir hasta lo más alto, pero las entradas se venden aparte y hay que reservarlas con al menos tres meses de antelación.
4) Casi llegó a ser un faro
5) No es la única en Nueva York
Existe una réplica en el jardín de esculturas en el museo de Brooklyn. Mide sólo 9 metros, cinco veces menos que su hermana mayor. Fue un encargo del ruso William H. Flattau en 1990 para coronar uno de sus almacenes en Manhattan, pero por razones arquitectónicas se tomó la decisión de cambiarla de lugar en 2002.