Después que hace 18 años, en 2006, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) buscó por primera vez convertirse en Presidente de la República y tras haberlo intentado también sin éxito en 2012, finamente el pasado domingo logró su objetivo al ganar la elección que bien podría catalogarse de histórica, ya que a nivel nacional se registró una decisión prácticamente mayoritaria de generar un cambio de partido en el Gobierno, según lo expresaron los mexicanos en las urnas.
Aunque hay el señalamiento en cuanto a que López Obrador habría ganado la elección de 2006, le fue marcada la derrota por un mínimo margen de alrededor de 50 mil votos; en 2012, volvió a intentarlo, esta vez con menor fortuna terminó siendo derrotado por un poco más de 3 puntos porcentuales de diferencia en la votación por el actual presidente Enrique Peña Nieto, quien postulado por el PRI, llegó arrollando.
Peña logró erigirse como presidente en base a una imagen de alguien con atractivo personal y carisma, caracterizado en protagonista de cuento de hadas tras su matrimonio con la actriz Angélica Rivera.
La historia la conocemos todos, el gobierno de Peña naufragó, no pudo afianzarse, no pudo hacer que la gente aceptara como algo positivo las Reformas que a la vez habrá que señalar, no fueron realmente consolidadas y no podemos todavía juzgarlas, aunque sí hemos sido testigo de muchos efectos negativos primarios que siguen pegándole a la sociedad, así como los escándalos de corrupción a cargo de los gobernadores priistas y los propios, algunos mucho muy severos involucrando a su esposa y muy cercanos colaboradores.
Todo este escenario negativo favoreció al tabasqueño para que se mantuviera creciendo en las expresiones de sondeos de opinión social y al final de cuentas no hubiera sorpresa en la elección.
Mientras tanto en Jalisco, se presentó un proceso estigmatizado por una transición con un efecto similar al de Peña Nieto en la figura de Jorge Aristóteles Sandoval; si bien se le pueden señalar aspectos positivos de su gobierno hay muchos otros temas en que es clara la ineficacia, fue arrastrado por el hartazgo de la gente que no perdonó a la marca de su partido los escándalos de corrupción, los presuntos enriquecimientos ilícitos de gobernadores de su mismo instituto político en otros estados, y aun siendo un personaje sin tacha, con su voto la sociedad rechazó al candidato postulado por el PRI, Miguel Castro.
Aunado a lo anterior, se sumó el empuje de una figura como la de Enrique Alfaro que vino trabajando su objetivo desde hace nueve años cuando conquistó la candidatura y la presidencia municipal de Tlajomulco para afianzarse como un aspirante serio a la gubernatura del Estado. Seis años atrás, había perdido ante Jorge Aristóteles Sandoval con un poco más de 3 puntos porcentuales de votación y se presentó como un opositor importante habiendo logrado fortalecer el Partido Movimiento Ciudadano.
Para la elección de 2015 habiendo ganado Guadalajara, varias alcaldías metropolitanas y otras en el resto del Estado, consiguió la votación necesaria en las elecciones del pasado domingo para posicionarse como ganador de la gubernatura del Estado de Jalisco. No hubo posibilidad de que otros partidos pudiesen establecer un proyecto de esa naturaleza con la contundencia que Alfaro creó el suyo y aunado a costosa mercadotecnia, logró construir una imagen de gobernante eficientista, que aunque polémica por su rudeza y forma atrabiliaria de actuar, permeó adecuadamente a los ojos de los ciudadanos, que decidieron darle su confianza a pesar de haber otras opciones con mejor perfil y excelentes propuestas, que no contaron con el tiempo ni recursos suficientes como para vencer la inercia y el deseo de cambio de muchos jaliscienses.
Tras estas decisiones, el tema en el cual debemos enfocarnos es en lo que le espera al país y a Jalisco; será importante que el nuevo presidente electo y el nobel gobernador de Jalisco tengan claro que deben usar lo mejor de las propuestas de todas las fuerzas políticas, amalgamar un sólido proyecto para lograr el mejor desarrollo. Como sociedad, habrá que respaldarlos para que tengan éxito y nos vaya bien a todos sin que por ello debamos ser negligentes; debiendo señalar lo señalable, criticar lo criticable y aplaudir lo plausible, pues esa es la práctica democrática del ejercicio del poder público a la cual hay que estar anuentes y sin dejar de lado nuestra responsabilidad.
@salvadocosio1
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