Esta semana, en Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad aprobó una resolución propuesta por Estados Unidos que, a través de una Fuerza Internacional de Estabilización, respalda su plan de 20 puntos para Gaza. China y Rusia se abstuvieron. La Asamblea General votó por una resolución más sobre el derecho de autodeterminación palestino. Estados Unidos e Israel lo hicieron en contra.
Todo alrededor de Medio Oriente es la eterna habitación de contradicciones, aparentes y no.
Mohamed bin Salman, príncipe heredero saudí, visitó Washington y negoció la compra de aviones. Trump lo defendió por su responsabilidad en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018. Signo de tiempos donde el triunfo de una transaccionalidad pura sobre la política disculpa todo. El líder saudí condicionó su incorporación a los Acuerdos de Abraham, a cambio de un camino para el reconocimiento de un Estado palestino. Lo que quiera decir.
El distanciamiento con la política real rechaza una fuerza de coalición con la misión teórica de encargarse de la seguridad, el flujo de ayuda y eventual reconstrucción de la franja. Para no pocos activismos propalestinos representa un ejercicio colonialista, pero olvidan la triste ausencia de condiciones para conducir esas tareas por medio de actores locales, a pesar del aval genérico de la Autoridad Nacional Palestina hacia algo parecido a dicha fuerza. Para un sector de la política israelí, equivale a la dificultad de continuar con acciones que mantienen pasado un mes del cese al fuego. Un nuevo ataque en Gaza dejó cerca de 30 muertos.
Por las razones que sean, que las hay, pero con dosis de simplismo, los efectos en las resoluciones de Naciones Unidas las hacen susceptibles a verse bajo un alto grado de futilidad. En esta ocasión no es así. Mantienen la internacionalización del asunto palestino a niveles que no se tenían en décadas.
El plan de la Casa Blanca, con lo aprobado por el Consejo de Seguridad y las declaraciones de MBS, requiere mucho de a lo que Netanyahu y sus ministros se oponen.
El riesgo es lo temporal de aquella fuerza. El debate debería estar ahí, aunque unos prefieran repetir colonialismo y otros seguir con su lógica criminal de dominio.