Historia común desde la independencia; países divididos entre conservadores y liberales; depositarios de grandes riquezas naturales; con vista al Atlántico y al Pacífico, ambos se han forjado un presente común frente a Estados Unidos.
Colombia como país productor y exportador de cocaína y México como país fronterizo, cuya proximidad al gran imperio nos hizo territorio de calamidades más que de oportunidades; objetivo de sus miedos y visión expansionista.
Sorprendidos por las series de la televisión colombiana El cártel de los sapos y Pablo Escobar, el patrón del mal sobre lo sucedido en Colombia al final del siglo XX, pareciera que el relato fuera puntualmente una crónica e historia de lo que hemos vivido en México en los últimos 20 años.
El narcotráfico nace como una actividad organizada desde el poder, como una actividad tolerada y hasta envidiada, con mentalidad de negocio y prosperidad, respaldada con arreglos con los gobiernos de México y los organismos como la DEA, la CIA y el FBI que les permitía controlar no solo el flujo de droga hacia Estados Unidos, garantizando calidad y precio estable, sino conocimiento de la actividad, sus actores, compradores y vendedores.
En México el narcotráfico se nutrió de la impunidad. Grupos de la contrainsurgencia y las guerras sucias, a manera de cobro por botín de guerra, se convirtieron en operadores y oficiales de los grupos de narcotraficantes. ¿Dónde se rompió el orden existente y desembocó en violencia?
En la historia colombiana el eje del rompimiento es la extradición, convirtiendo al cártel de Medellín en el Grupo Los Extraditables. En México la extradición se inició, de manera silenciosa y no pareció ser el punto de definición que fue para el narco colombiano.
En la serie sobre Pablo Escobar, se percibe lo que seguramente fue en México también un proceso de negociación y donde los llamados a “un cambio de estrategia” eran la petición de que había que negociar con el narco y establecer un estatus como el que operó en el siglo XX, pues la pulverización de bandas y pequeños negocios derivó en violencia y luchas por la integración de rutas y territorios.
A la muerte de Pablo Escobar y bajo el marco del Plan Colombia, que en México adoptaría el nombre de Plan Mérida, los narcotraficantes se comprometen a no introducir la droga directamente a Estados Unidos, pues esto afecta su precio en el mercado y desorganiza la oferta y la demanda. Para los productores de cocaína de Colombia se busca entonces la conexión mexicana que se anida en el siguiente contexto: producción de drogas sintéticas en Estados Unidos; el pago ya no con dólares, sino con droga, lo cual nos convierte automáticamente de ser un país de tránsito en un país de consumidores; las rutas ya no son por aire (El Señor de los Cielos) ni por mar, sino por tierra, lo cual con el cobro en dólares desata la guerra por las rutas y los territorios, se determina las políticas de seguridad y a las instituciones del Estado.
Mientras en Estados Unidos se va liberalizando la producción y el consumo, en México nos hemos hecho más rígidos frente al fenómeno de las drogas. Mientras con el vecino del norte baja la violencia en torno al mercado de las drogas, aquí toma características de guerra civil como la que ahora presenciamos en Michoacán.
Si desde hace algún tiempo, oficiales del Ejército mexicano habían declarado peligros de pérdida de control de territorios, hoy el tema de las autodefensas se llena de incógnitas pues su presencia hace evidente esa falta de control territorial, basado en el vacío y la falta de políticas de seguridad efectivas en las provincias.
Michoacán, que durante décadas fue uno de los estados más pacíficos y productivos, concentra hoy la violencia y divide a sus pueblos y comunidades, generando una espiral que será difícil de resolver en el corto tiempo.
Ya en la serie de Pablo Escobar las autodefensas pagadas directamente por productores de ganado y agricultores se transformaron en grupos paramilitares contra las guerrillas, haciendo un motor de violencia que les duró tres décadas: Ejército y policías, narcotraficantes, guerrilla histórica y paramilitares.
En esencia, en ambos periodos y circunstancias, las diferencias son pocas. Hacia el futuro, a nosotros, con nuestra rigidez, nos podría ir peor ante el estancamiento, que hace que el terror y el enfrentamiento se agudice y extienda.