Raúl Flores Canelo (1929-1992) es un referente en del devenir de la danza contemporánea en México. Como bailarín y coreógrafo visionario, fue un experimentador que buscó romper con la solemnidad sobre el escenario para acercar a los espectadores sus creaciones inspiradas en el devenir social, cultural, económico, político y religioso del pueblo mexicano.
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Trazó coreografías emblemáticas, de características cinematográficas, cuya plástica sentó las bases de las técnicas, estilos y formas de crear que se desarrollaron posteriormente. En 1966 fundó el Ballet Independiente como semillero donde los jóvenes bailarines pudieran adquirir conocimientos para después migrar a escenarios de cualquier lugar del mundo. Su compañía de danza es, al día de hoy, la más longeva dentro de la danza contemporánea mexicana.
Como homenaje a su trayectoria dentro del mundo cultural y dancístico, el Gobierno del Estado de Coahuila de Zaragoza y la Universidad Autónoma de Coahuila le darán su nombre al Teatro de la Ciudad de Monclova, donde nació. Esto será el viernes 23 de septiembre a las 19:30 horas y, posteriormente, se llevará a cabo la función del Ballet Independiente a las 20:15 horas. Un día después, la compañía bailará en el Teatro de la Ciudad “Fernando Soler” de Saltillo, a las 20:00 horas.
Tres obras para un festejo
En ambas oportunidades, el ballet presentará su Trilogía, conformada por las coreografías El bailarín, Jaculatoria y Poeta, que Raúl Flores Canelo creó inspirado en la obra del poeta Ramón López Velarde.
Cuando el coreógrafo y bailarín era niño, sus tías le leían obras del literato zacatecano, con quien puso en común la añoranza por la vida de provincia que dejó al mudarse a la Ciudad de México. En Jaculatoria (1979), Flores Canelo recuperó imágenes evocadoras de la provincia mexicana y las desarrolló en esta coreografía que es una suerte de alabanza a sus colores, sus aromas, sus flores y sus mujeres.
Aunque Flores Canelo nunca buscó generar mensajes con su obra y creaba lo que quería sólo por el gusto de compartirlo, ahí consiguió conectar al espectador afectivamente, a través de la nostalgia, con un mundo provinciano plagado de contradicciones, como la religiosidad y el erotismo, y empapado por el aroma místico y cotidiano de la muerte, siempre tan lejano y tan presente.
En esta obra, que logró atrapar un momento de la historia emotiva de México a través de imágenes sensoriales, une la poesía de López Velarde con la música de Manuel M. Ponce y la plástica del muralismo mexicano.
El bailarín (1988), creada posteriormente, terminó por convertirse en la introducción de la trilogía. En este divertimento Flores Canelo trató de resaltar la figura de los bailarines, dedicados al arte y la belleza, con movimientos corporales que traducen la música de Eleni Karaindrou.
Inspirado en un poema de López Velarde, Flores Canelo señaló su interés por mostrar el momento íntimo en el que el bailarín se acicala antes de salir a escena. El resultado es una danza gozosa que involucra al espectador a través de una propuesta estética que da cuenta de la inquietud que tenía el poeta frente a la personalidad de los artistas de esta disciplina escénica, en quienes identificaba cierta locura al dedicarse a una profesión que, a su parecer, implica supervivencia.
El bailarín. Foto: Gabriel Morales Covarrubias.
Por último, Poeta (1988), que fue encargada a Raúl Flores Canelo para conmemorar el centenario del natalicio de Ramón López Velarde, se inspiró en su poesía más íntima. En esta coreografía su creador plasma a la mujer idealizada, a la novia pueblerina, pero también a las mujeres citadinas, desde las prostitutas, hasta las increíblemente refinadas, todas girando alrededor de una mezcla cruda de sensaciones y sentimientos experimentada por el poeta, como la tristeza, la culpa y el placer.
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