Con un combate que sostuvo en 1975 con el legedario Muhammad Ali, el boxeador Chuck Wepner inspiró a Sylvester Stallone para escribir la exitosa película Rocky, que luego de llegar a las salas de cine en 1976 terminó convirtiéndose en una rentable franquicia, que incluso ahora continúa con la saga Creed.
Tras inspirar a Stallone, la vida del pugilista regresa a la pantalla grande, esta vez con Chuck, una película biográfica realizada desde la perspectiva del director quebequense Philippe Falardeau, quien se interesó mucho más en narrar los claroscuros del personaje que en la carrera profesional de Wepner.
Falardeau, quien compitió por el Oscar a la Mejor Película Extranjera en 2011 con Monsieur Lazhar, se encuentra de visita en México para presentar Chuck en el marco de la cuarta edición de la Muestra de Cine de Quebec, con dos proyecciones: una programada para este viernes a las 19 horas y otra más para el próximo domingo 25, a las 20 horas; ambas con presencia del cineasta.
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Con las actuaciones de Liev Schreiber (Chuck), Elisabeth Moss (Phyliss, primera esposa del boxeador) y Naomi Watts (Linda, segunda y actual cónyuge del pugilista), la película muestra el auge y caída del personaje, sus vicios y su particular alegría y valentía ante la vida.
En entrevista con MILENIO, el director Philippe Falardeau habla de las complicaciones de realizar una cinta biográfica sobre la vida de un boxeador que aún se encuentra con vida (79 años), de la reacción del propio Wepner ante el resultado final del filme, así como de los vínculos que encuentra entre el cine que se realiza en Quebec y el que se produce en México.
—¿Qué te llevo a hacer una película basada en la vida de Chuck, que ya antes había inspirado a Stallone para Rocky?
Conocía la historia de Chuck Wepner, pero su historia de boxeador no me interesaba tanto como su personaje narcisista. Cuando leí el guión, me pregunté por qué amaba tanto a este personaje, a pesar de todos sus defectos; entendí que era un niño que quería ser amado y, sobre todo, reconocido. Y, en una época en la cual las redes sociales son muy importantes y en la que buscamos volvernos famosos y reconocidos, yo sentí que esta historia sería una ventana, una especie de fábula para confrontarnos con los riesgos de ser celebridad.
—Rocky fue lanzada en los años 70, ¿cómo fue para ti filmar esta historia en la época actual?
De forma concreta, para hacer una película histórica lo que necesitas son recursos; eso te limita mucho para realizar una película, sobre todo cuando la filmas en exteriores, porque por ejemplo las ventanas, los autos, todo es de época. De modo que el principal reto, en primer lugar, fue obtener recursos financieros. Mi idea fue hacer de esta desventaja una ventaja. Empecé a buscar archivos, empecé a mezclar un poco la realidad con la ficción a partir de los archivos documentales. La época de los años 70 para mí es muy atractiva, porque para mí es una época de droga; yo veo la época por un lado un poco sexy, por ejemplo en lo que se refiere a la imagen... y a mí me gusta lo dirty de los años 70.
—Hay una diferencia entre los años 70 y la época actual en la forma de retratar a los personajes femeninos...
Es diferente en los lugares de la élite, pero creo que en la clase obrera no es tan diferente. Lo que me interesó con estos dos personajes femeninos es que no son víctimas, son mujeres fuertes. Pienso que la primera mujer, Phyliss (interpretada por Elisabeth Moss), no es la adecuada para estar con Chuck, pero es suficientemente fuerte para protegerse a sí misma y también para proteger a su hija, pero aquí no se trata de violencia contra las mujeres, porque Chuck no era un hombre violento.
La segunda mujer, Linda (a la que da vida Naomi Watts), que todavía está con Chuck después de 25 años, es muy lista como para entender que él era como una especie de niño, o de animal, al que había que dominar; ella no es una vícitima, y a mí me interesó mucho retratar mujeres que se asumen a sí mismas... y que están listas para enfrentar a este mastodonte de dos metros.
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—¿Cómo fue tu relación con Chuck antes y después de concretar la película?
Fue difícil porque Chuck todavía está vivo. Fue difícil porque cuando haces películas biográficas sueles tocar defectos de los personajes. Yo quería hacer un personaje con una idea de una transparencia sobre sus defectos y sus errores, pero nunca pensé en juzgar, no quería que hubiera un tipo de juicio moral.
Chuck ya vio el filme tres veces y se le hizo difícil verla. Creo que a Chuck le habría gustado una película que no mostrara tanto sus defectos, que más bien mostrara sus peleas heroicas —como lo hizo Rocky— pero el objetivo no era ése; no podía hacer una película con una redención final (del personaje), no podía hacer una película para que le gustara a él. Chuck habría preferido una cinta en su honor, que lo celebrara, pero yo no podía hacer eso.
Considero que siempre es muy difícil verse en la pantalla grande y sobre todo en este caso, porque él tuvo que verse semidesnudo y consumiendo droga, y por una parte eso es muy humillante para cualquier persona. Fue muy difícil estar sentados los dos y ver los peores momentos de su vida, pienso que tanto de su parte como de la mía se necesitaba mucha humildad para poder ver eso. Pero también siempre tuve la idea de tratar de rendirle un homenaje a su lado más valiente, porque no es una persona deprimida, ve la vida como un juego, es una persona alegre y yo también quería que se viera así en la película.
—Es tu segunda ocasión en Quebecine, ¿cómo te sientes y cuál es tu relación, si la hay, con la audiencia mexicana?
Sí, es la segunda vez que vengo a México y sigo pensando que es un evento muy importante, que puede crecer, pero creo que es importante que haya reciprocidad. Yo sé que conocemos directores famosos como Guillermo del Toro, Iñárritu, Cuarón, pero hay directores menos conocidos que valdría la pena ver. Creo que vale la pena presentar otras películas porque, sobre todo, tenemos en común estar bajo la sombra de Hollywood en Quebec y en México.
Para ser honesto, considero que hay que marcar una diferencia entre el público mexicano y el público de la Cineteca, porque mis experiencias en las proyecciones ahí han sido increíbles. Siento que el público en la Cineteca es un público curioso, culto y que tiene ganas de tener ventanas hacia otras culturas. Entonces cada vez que hubo proyecciones, sentí que se quedaron muy contentos y es algo extraordinario ese lugar.
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—Hablando de Hollywood, ¿cómo ha sido para ti desarrollar tus siguientes proyectos después de haber resultado nominado al Oscar por Mejor Película Extranjera?
Es una buena pregunta —comienza Falardeau, para después agregar en un casi perfecto español—: En Quebec somos un poco latinos también, europeos, pero norteamericanos también, muy americanos, es una cultura híbrida y trabajar en Estados Unidos me permite explorar otra dimensión de mi propia identidad.
El cineasta hace una pausa y continúa en español:
También ahora soy muy lento en escribir los guiones, tengo 50 años y mi plan no es hacer películas de forma muy recurrente, entonces el hecho de trabajar allá [en EU] me permite apoyarme en gente que escribe y trabaja de forma más regular.
Con Chuck es cierto que es una historia que pertenece a una cierta mitología americana, tengo que confesar que con mi educación (la televisión, el cine) es cierto que crecí con esta mitología americana, pero creo que hay que entender que los estadunidenses no son nuestros enemigos, nosotros tenemos que crear nuestro propio espacio cultural. Aun así, es cierto que hay una parte de nosotros que pertenece a esta mitología.
—Para ti, ¿cuál sería la columna vertebral del cine quebequés, si es que la observas?
Hace 40 años estábamos haciendo cine identitario, cine político. Hoy en día nos hemos liberado de eso; por ejemplo, hay (en la actual edición de Quebecine) una película de Robert Aubert, Los hambrientos, que es sobre zombis, pero es una película con una firma que no es la de Hollywood. Creo que ésa es justamente la respuesta que nosotros estamos dando para crear nuestro espacio y considero que la columna vertebral que mencionas es el explorar la cultura híbrida que nos caracteriza.
Pienso que podemos hacer un paralelo entre Denis Villeneuve y Alfonso Cuarón: son directores que están como hechos a la medida para Hollywood, pero que a la vez tienen una mirada diferente sobre la sociedad estadunidense, por el hecho de tener otra cultura, otro idioma; yo creo que justamente es esa perspectiva la que les da su peso actualmente y es también por ello que pienso que se puede hacer un paralelo entre Quebec y México.
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