Marco está sobre el espectacular. Se niega a descender y amenaza con lanzarse al vacío.
Hay 5, 10, una treintena de elementos de diferentes corporaciones tratando de ordenar el caos que el joven de entre 28 y 32 años ha provocado.
Los automovilistas que circulan por bulevar Colosio alentan su marcha para tratar de averiguar qué es lo que está pasando y eso provoca a su vez que se empiece a formar una enorme fila de automotores porque los policías cerraron los carriles centrales en dirección a Pachuquilla y la lateral, para ser honestos , es insuficiente.
La mamá de Marco ha estado aquí desde hace un rato y ni con todo el poder que la sangre y el parentesco le otorgan, ha logrado que su vástago descienda.
Los medios estamos cerca, por alguna razón se nos permitió acercarnos y entonces el grita que lo persiguieron toda la noche, que eran delincuentes, que eran policías. Que estaba con su hermana cuando intentaron detenerlo por supuestamente formar parte de la delincuencia organizada.
Se comunica a gritos.
Luego de un rato el calor es insoportable acá en el suelo y el sol pega con todo en el rostro de decenas de personas que toman fotos, graban, le gritan que no lo haga.
Ha pasado más de una hora desde que Marco subió y el caos es absoluto. Es casi la una de la tarde y hay demasiada tensión en ese puente peatonal. Dos mujeres hacen oración a gritos para que la divinidad intervenga y evite el desenlace que nadie quiere porque, cómo sea, es una vida.
Desde la puerta lateral de acceso al centro comercial que está en Plaza Q, la gente se ha reunido y observa con atención los intentos por hacer que baje. Pero las cosas no van bien y Marco recupera su lugar en las alturas.
Su amenaza sigue. Es evidente la falta de preparación entre las autoridades para enfrentar una situación como esta. Todos hablan, le dicen que baje, que su mamá le espera.
La historia sigue. Nadie habla realmente con él...