La silla de la presidencia electoral ha llegado a convertirse en el Juego del Calamar y han abundando las puñaladas, todo por llegar.
Al Tribunal Electoral nadie llevó chamanes ni baños de humo de copal, aunque vaya que los necesitan. La nueva etapa de la autoridad electoral no arrancó exenta de las clásicas grillas que la caracterizan, ni de las puertas alternas para evadir a la prensa ni de los discursos para intentar desmentir las estrategias de bloques tras bambalinas.

Para las nuevas magistraturas, Gilberto de Guzmán Bátiz y Claudia Valle Aguilasocho, nadie invocó a la Luna ni al Sol, ni se les pidió a los ancestros que les dieran fuerzas para sentarse en esas sillas, ésas que en los últimos años se han distinguido por las traiciones, las negociaciones entre mayorías y el relego a los que alguna vez fueron camarilla.
Después de dos años, el pleno de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEJF) volvió a lucir completo: siete de siete.
Pero en la sesión solemne, no sólo había caras nuevas y protagonistas del nuevo régimen judicial, desde la tercera fila de invitados, miradas fijas apuntaban al pleno que una vez fue suyo.
Caras nuevas y otras conocidas
Los artífices de las más grandes polémicas de esa autoridad electoral no se perdieron el espectáculo. Los maestros de los bloques, los que enseñaron cómo derrocar a la silla central y los que alguna vez quedaron acorralados.
De un lado, el ex magistrado Flavio Galván, quien en 2007 no tuvo más remedio que renunciar a la presidencia del Tribunal Electoral, luego de que sus pares lo acusaron de irregularidades, aunque en un comunicado, recurrió al siempre válido argumento de problemas de salud.
Uno de sus verdugos fue Salvador Nava, quien se sentó a su lado para recordar los viejos tiempos ante ese pleno de aprendices que, sin duda, hoy los superan.
Del otro extremo, un reciente conocido, el ex magistrado José Luis Vargas reapareció luego de que la última vez que estuvo ahí en octubre de 2023, también la última ocasión en que se vio ese pleno completo, se lanzó contra sus pares quienes le arrebataron la presidencia en un golpe histórico e inédito que llevó a una sesión en sede alterna para quitarle la presidencia tras pactos con el gobierno, investigaciones de corrupción, acusaciones penales y la frase con la que se despidió, deseando a internos y externos que dijo, lo calumniaron:
“La infamia los perseguirá toda la vida”.
Riñas de todas las épocas reunidas para darle la bienvenida a los que, desde hace unas semanas, todavía no asumían y ya estaban en medio de grillas.
Fotografías en redes sociales que no gustaron, lecturas de desaires, temores por sumarse al bloque equivocado, poca muestra de subordinación, exceso de autonomía, unos lentes violetas a ratos extraviados, y la siempre y eterna disputa por el control de la presidencia.
El Senado cortó de tajo: cuatro millones 465 mil 312 votos hacen una presidencia. Gilberto de Guzmán Bátiz García presidirá por los siguientes dos años, sin importar si a la mayoría le gusta o tiene un Plan B que preferiría.
Magistrados declaran
Mónica Soto, quien al interior de la Sala Superior incluso pensó en la reelección, logró quedarse en la presidencia hasta el 31 de octubre, el periodo en el que se renovaba esa silla con las reglas previas a la reforma judicial.
MILENIO le preguntó cuál fue la interpretación del Senado para que Bátiz sea el único que no asuma en el arranque del nacido Poder Judicial, pero ante las cámaras, sonrió contenta de encabezar un relevo.
“Mi nombramiento siempre fue al 31 de octubre, sé que se generaron notas, pero aquí nunca tuvimos dudas de que concluiría el 31 de octubre porque ese fue mi nombramiento y ahora a pasar la batuta, viene la nueva generación y seguirán viniendo nuevos tiempos”, dijo.
Sentarse a la silla de la presidencia electoral se ha parecido en los últimos años al Juego del Calamar. Hay que buscar alianzas a las que después puedes apuñalar si eso te garantiza llegar. Y aunque pareciera que la reforma judicial puso punto final a esa carrera de obstáculos, no hay certeza de que eso garantice que el que asuma no tiene un precio qué pagar.
MILENIO cuestionó a Bátiz:
—¿Está listo para asumir la presidencia de un pleno caracterizado por las grillas, aunque con el respaldo legal ya no lo puedan quitar por caerle mal a alguien?—
El magistrado tiene poca experiencia en ese nivel de rispidez de grandes ligas, pero sabe que el terreno que pisa es frágil. Respondió como quien tiene años practicando malabares y cuidando en el aire la institucionalidad.
“Llego a un pleno que como todo órgano colegiado tiene distintos elementos; llego a un pleno con profesionales y me siento muy honrado. Estoy listo para sumarme a este concierto de voces, no sin abandonar la discusión, el disenso y el consenso”.
Mónica Soto no podía ocultar lo evidente, la estrategia de la que ella ha sido parte en ambos bandos, de los que quedan relegados cuando una mayoría quita una presidencia y en tiempos recientes, la que se suma al bloque le garantiza asumir el cargo que todos en ese pleno ambicionan.
“Sí, hemos tenido episodios no muy positivos ni para el Tribunal ni para la ciudadanía ni para las instituciones del Estado con los temas de la presidencia, pero hoy llegamos con esta reforma que deja a salvo cualquier situación para pasar la estafeta a quien obtuvo la mayoría de los votos. Ahora, a pasar la batuta, viene la nueva generación y seguirán viniendo nuevos tiempos”, expresó.
Había una voz que era importante escuchar, el de la magistrada decana. Este medio reveló que Janine Otálora informó a su ponencia que planea dejar su cargo el 31 de octubre, pues no pretende aceptar la ampliación por dos años, lo que volvería a dejar el pleno incompleto.
Pero como pocas veces, la puerta alterna fue la solución. El magistrado Reyes Rodríguez Mondragón tuvo que cruzar sin su habitual compañera el patio en donde aceptó responder, pero apenas después de 50 segundos, prefirió evadir la pregunta sobre si él permanecerá o no en el cargo:
“Esta entrevista no es para mí, es sobre el nuevo Poder Judicial. Que estén muy bien, muy buenas tardes”, dijo alejándose de los micrófonos sin aclarar si otra vez, contradecirá sus decisiones.
Y es que apenas el año pasado aseguró que se iría al término de su periodo en 2024, pero al final aceptó la ampliación de la reforma judicial hasta 2027 pues sostuvo que “en este contexto de polarización, el Tribunal Electoral requiere de voces plurales y pensamiento crítico”, sin que hasta ahora esté claro si esa visión se agotó dos años antes del nuevo plazo establecido.
Tras una inexplicable logística y desorganización, quienes no aparecieron fueron los inseparables amigos que entre tantas coincidencias comparten el mismo nombre. Felipe Fuentes y Felipe de la Mata, además de la nueva magistrada Claudia Valle, quien no dio sus primeras impresiones a la prensa, pero recibió felicitaciones de la nueva primera plana judicial: el pleno de la Suprema Corte y el Tribunal de Disciplina.
La nueva etapa del Tribunal Electoral no arrancó con el optimismo ni el cambio de página radical que el resto del Poder Judicial presume. Aquí no hubo expertos invocando a los dioses, pero sí aparecieron los que alguna vez los ahuyentaron.
Entre espejos de pasados, presentes y previsibles futuros, sobraron las palabras de aliento, las cálidas bienvenidas, las sonrisas y los agradecimientos para la foto. Un buen primer día. Al menos, un primer día.
MD