Lo hemos visto en México. Grupos de energúmenos agrediendo a la policía y cuando ésta reacciona parece que el desencadenante de la reacción no hubiese existido. Se abroga, diría nuestro autor, parte de la realidad, no vaya a ser que nos califiquen de autoritarios. (Entiéndase: no se trata de defender los excesos de la policía, las violaciones a los derechos humanos, las situaciones donde los "justos pagan por los pecadores".) Pero si se sustrae el catalizador de los acontecimientos, si se disculpa o se mira para otro lado cuando se lanzan piedras, palos, bombitas molotov contra los policías, no sólo se es parcial, sino que se comete una grave falta ética con derivaciones políticas. Ética, porque cerramos los ojos ante lo que resulta inconveniente para nuestras convicciones; y política, porque los principales culpables son relevados de su responsabilidad.
¿Quién es el culpable?
Al parecer no vemos lo obvio: los culpables son los bandidos. Tengo mi propia intuición de lo que sucede: muchos actuamos como "sociólogos" y confundimos explicar con justificar.
Ciudad de México /