George Steiner preguntaba, en 1971, a propósito del exterminio de los judíos perpetrado por los nazis: “¿Por qué las tradiciones humanistas y los modelos de conducta resultaron ser una barrera tan frágil a la hora de contener la bestialidad política?”. Yo me pregunto por qué la bestialidad, a secas, ha triunfado en nuestro México. No puedo evitar recordar el pesimismo negro del joven Alfonso Reyes, después de 1913; del joven Manuel Gómez Morín, en 1927; de Juan Rulfo, toda la vida: me dijo que las dos industrias pesadas de México eran la fábrica de niños y de desiertos; el pesimismo de Carlos Monsivais, cuando escribía, el 21 de septiembre de 1971, a José Luis Martínez: “La impresión que tengo de México es ya atroz. No es la política lo peor”.
Pobre de mi México querido
Nuestros viejos problemas se agravaron, o regresaron cuando los pensábamos archivados, cosa del pasado.
Ciudad de México /