Ciudad de México /
Estaba sentado en el vestíbulo del hotel tomando té negro. (Esto era en Munich.) Una mujer enfundada en unos brillantes pantalones morados estaba reclinada sobre las teclas del piano de cola del rincón, su interpretación de “Rapsodia húngara” (muy adornada y llena de florituras) era por el momento incapaz de ahogar los aullidos provenientes del bar que estaba más allá de los elevadores.