Ciudad de México /
La ciencia crece sin cesar y con ella el ser humano cambia. Nuestras conductas se han modificado. Los saberes —tecnología imprescindible para comunicarse las veinticuatro horas del día, ciencia capaz de crear bombas atómicas y robos “humanizados”—, las actividades que desarrollamos —modificar el medio ambiente, contaminar, deforestar—, así como las imposiciones del mercado en todas nuestras actividades —rentar úteros, vender córneas, prostituirse para estudiar—, aunque algunas no sean conductas nuevas, su magnitud y poder aumenta sin freno. Esas actividades han cambiado el “esqueleto ético” de los seres humanos.