El coronavirus ha impuesto sus reglas incluso a los muertos. Hasta a aquellos que se van sin haber enfrentado una batalla contra la pandemia. Y en medio del dolor, las familias se han tenido que adaptar. Ese fue el caso de Othón Cortez. Pero ninguna contingencia impidió que todos los que compartieron su historia de injusticia estuvieran con él en su último adiós.
Familiares, amigos y conocidos acudieron a su velorio, pero vía remota. La contingencia del covid-19 los obligó a despedirse y a expresar sus condolencias sólo a través de una pantalla y a kilómetros de distancia.
La pandemia orilló a la familia a seleccionar sólo a los 10 más cercanos que podrían estar al lado de su ataúd en una funeraria de Tijuana. Sólo ellos y la música de José José.
Othón fue detenido en enero de 1995 acusado de ser el segundo tirador en el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el candidato priista a la presidencia de la República en 1994. Supuestos testigos señalaron que lo vieron apuntarle, pero después retiraron sus declaraciones. Fue hasta dos años después que un magistrado lo absolvió y quedó libre.
Murió esperando una disculpa pública del gobierno mexicano a la que no accedieron ninguno de los cinco presidentes de la República que estuvieron al frente del país desde entonces y hasta la fecha.
Muchos siguieron su lucha y querían despedirse. La contingencia les impedía salir de casa, pero la tecnología lo hizo posible. El funeral inició a las 19:30 horas de Tijuana, a las 21:30 en la Ciudad de México.
“Familia y amigos, gracias por todo. Estamos aquí reunidos… su amigo Othón Cortez Vázquez”, dice el título de la transmisión en vivo que puso en primer cuadro un video que se transmitía sobre una pared blanca de la sala.
Eran fotografías de los momentos más felices de Othón: con su familia, con sus amigos, con sus seres queridos. Esos momentos que lo hicieron sonreír después del tormento que la injusticia mexicana le hizo vivir.
Amenizó José José. Las canciones de “Volcán” y “El Triste” se repitieron una y otra vez mientras las imágenes pasaban una a una y volvían a comenzar. De pronto salió cantando unos segundos, pero el cierre fue desgarrador. Othón aparece en un video que grabó hace tiempo agradeciendo a todos el respaldo que le han dado:
“Gracias por tanto amor, gracias de verdad por todo, por su cariño y apoyo. Que descansen, los quiero mucho, que Dios los bendiga”.
Era en verdad un adiós lleno de gratitud. Para todos los que están ahí y para los que le ven desde la computadora o el celular aunque el mensaje nunca lo haya grabado pensando en este momento.
Al centro de la sala, del lado izquierdo de la proyección del video, el ataúd café de Othón con adornos dorados y rodeado de flores blancas y rosas rojas.
Las 10 personas que pudieron entrar intentan respetar las medidas impuestas por la funeraria: uso de cubrebocas y mantener el espacio indicado por las autoridades sanitarias. Pero el dolor de su partida no les permitió respetar la sana distancia. En ese momento era imposible evitar los abrazos, el consuelo, compartir esa pérdida, decirle adiós juntos.
Los arreglos florales siguen llegando y casi 500 personas acompañan a la familia desde sus hogares.
“Fue un gran amigo y un gran ser humano”, dicen en los comentarios; “Un abrazo hasta el cielo, Othón”, “Un inocente fue difamado, fue un héroe y una víctima del sistema”, “Estamos con ustedes aunque sea por este medio, les enviamos un abrazo cálido tratando de reconfortarlos”.
Una hora después un amigo aparece frente al ataúd y narra una semblanza. Cuándo nació, cuándo se casó, cuántos hijos tuvo y desde cuándo radicaba en Tijuana.
“A todo le sacaba el lado positivo y ésa es una cualidad que tenía. Siempre dijo que quería agradecer a todos los que estuvieron con él en los momentos más difíciles que tuvo. Fue bondadoso, era amiguero, era agradecido y nunca perdía la fe”.
Othón se fue en medio del covid-19 pero rodeado de quienes lo querían o admiraban. Cerca o por internet, pero con el cariño intacto.
bgpa