En México, aproximadamente 2.3 millones de personas viven con alguna discapacidad auditiva, de ellas 12.1 por ciento son sordas y se estima que entre 87 mil y 100 mil personas se comunican usando la Lengua de Señas Mexicana (LSM), de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Rehabilitación.
A pesar de esta cifra, todavía se usa el término sordomudo, que es incorrecto y discriminatorio. Muchas personas sordas, como Mariana, sí pueden hablar, pero prefieren no hacerlo por lo que la LSM es su forma natural de comunicarse, aprender, trabajar y convivir.
“Mucha gente piensa que hablo un idioma de otro país, me miran mal y no entienden que tengo una discapacidad auditiva, a veces hay críticas y malos comentarios, no respetan”, explicó Mariana.
Uno de los escenarios más complicados son las citas médicas; en muchas ocasiones Mariana tiene que adivinar el significado de lo que le dicen o salir del lugar sin entender del todo el diagnóstico.
“Cuando voy al doctor es muy difícil, usan palabras complicadas, hablan muy rápido, yo les pido que me lo escriban o que hablen más despacio para poder leer los labios”, explicó.
Su hija Antonella, de 10 años, ha aprendido a convivir con el lenguaje de señas como un idioma materno. Desde pequeña la vio como parte natural de su entorno y, ahora, actúa como intérprete cuando es necesario.
Said, de nueve años, y Carlos, de 16, son hijos de padres sordos, y aunque ellos son oyentes su primera lengua fue la Lengua de Señas Mexicana (LSM).
“Yo lo aprendí viendo a mis papás comunicarse, luego le preguntaba a mi hermano qué significaba cada seña y así fui entendiendo”, explicó Said.
En su casa la vida gira en torno a lo visual; una lámpara roja parpadea cuando alguien toca el timbre. También tienen luces de alerta en las habitaciones y cámaras para saber lo que pasa en cada punto de su casa; la tecnología adaptada les ha permitido vivir con independencia.
“Para mí es muy normal, desde muy chiquito aprendí junto con mis papás, yo no lo veo como un problema”, explicó por su parte Carlos.
“Mi mamá me enseñaba mostrándome cosas. Me decía la seña y yo la iba aprendiendo con la pura vista”, agregó.
Vanessa es intérprete y maestra de LSM en el proyecto Manos en Conciencia. A diario ve cómo esta lengua ha transformado vidas.
“No necesitas tener un familiar sordo para aprender. No sabes cuándo te vas a encontrar con una persona sorda, en el trabajo, en el supermercado, en cualquier lugar. Qué mejor que poder comunicarte”, explicó a su vez Pamela.