La muerte tiene color, a veces plumas o grandes sombreros, aunque también puede portar un traje de charro, quien define la vestimenta de la catrina es Estela Rangel, una de tantas artesanas que “le dan vida” a las catrinas de barro y pasta.
Estela es originaria de León, Guanajuato, su taller se ubica en el corazón del barrio del Coecillo, donde desde hace más de 20 años, usa sus manos para plasmar arte, y las técnicas aprendidas en Pátzcuaro, Michoacán.
“Es algo que me gusta mucho, son nuestras tradiciones, nuestras raíces”, platica mientras con resina blanca va pegando los diminutos dedos de esqueleto, en las manos de las catrinas.
Durante los próximos días su taller estará cerrado, pues sus creaciones, ahora lucen en la Feria del Alfeñique, instalada en la Plaza de los Fundadores, a un costado de la Fuente de los Leones.
Para Estela, elaborar catrinas se ha convertido en su vida, cada año, a partir del mes de febrero, comienza a trabajar en ellas.
“Desde los moldes hasta los decorados los hago yo, el barro lo llevo a quemar hasta donde se hacen los tabiques, sí se tarda uno pero me gusta lo que hago, a veces días o semanas, pero lo más bonito es que cada una de mis catrinas son diferentes, eso las hace especiales”, asegura Estela Rangel.
Pero la muerte no sólo tiene color, ni vestidos o trajes. La muerte también es azucarada de sabor limón o chocolate, así son los alfeñiques que se venden en la Feria del Alfeñique con más de 50 años de tradición.
A partir de ayer y hasta el próximo 2 de noviembre, más de 30 puestos con alfeñiques, dulces y artículos para decorar los altares de muertos, adornan y se venden en dicha exposición.
Le da vida a la Catrina en el barrio del Coecillo
Festividad
Arranca la Feria del Alfeñique en la plaza de los Fundadores
León /