Un análisis con 4 mil 411 muestras de residuos de drogas localizadas en picaderos y en los que se usaron tiras reactivas demostró que en un 60 por ciento contenían fentanilo y en un 40 por ciento dicha droga mezclada con metanfetaminas, explicó la investigadora Clara Fleiz, Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz.
En por lo menos 300 pruebas de espectroscopía de masas, una técnica microanalítica con la cual se localizan diversas sustancias, se identificó que la presencia de fentanilo en el 77 por ciento de las drogas analizadas, un incremento sustancial, y en 58 por ciento metanfetaminas. El problema es que múltiples personas ignoran lo que están consumiendo.

En conferencia realizada junto con Jesús Felipe González, ex presidente de la Sociedad Mexicana de Salud Pública, Fleiz reconoció que en las calles de Tijuana, Mexicali, Ciudad Juárez, Hermosillo y San Luis Río Colorado, el fentanilo no se busca: se encuentra. No por decisión, sino por engaño.
Se trata, dijo, de un opioide letal, hasta 50 veces más potente que la heroína, se ha infiltrado en los mercados de drogas callejeras del norte de México, mezclado con metanfetamina o heroína, sin que los consumidores lo sepan.
La expansión silenciosa del fentanilo
En 2019, nueve de cada mil personas entrevistadas sabían qué era el fentanilo. Cuatro años después, los estudios revelan su presencia en 77% de los residuos de drogas analizados. Las cifras no sólo muestran una expansión silenciosa, sino también un cambio radical en la composición de las sustancias consumidas por poblaciones en extrema vulnerabilidad: deportados, migrantes, jóvenes y personas de la diversidad sexual.
“El consumidor paga 50 pesos por una dosis que puede durarle hasta tres días. Lo que recibe no es lo que cree”, advirtió la investigadora quien recientemente publicó los hallazgos del estudio con financiamiento público.
Las heridas abiertas por el fentanilo en la frontera norte no se ven a simple vista. Pero están ahí, ocultas entre jeringas, combinaciones letales y cuerpos marcados por una droga que se cuela sin permiso. Una droga que mata en silencio.
Otro hallazgo preocupante: La xilacina
Hay un hallazgo aún más preocupante: en 20% de las muestras se encontró xilacina, un potente relajante de uso veterinario no aprobado para humanos. Su efecto combinado con opioides incrementa drásticamente el riesgo de sobredosis, ya que no responde a los tratamientos convencionales como la naloxona.
“Los usuarios no saben que están consumiendo xilacina, pero lo descubren cuando las lesiones en la piel comienzan a aparecer”, alertó Fleiz.
El daño no es solo físico. La investigadora subrayó que detrás del consumo hay también condiciones severas de salud mental y abandono institucional. Para ella, es urgente implementar políticas de reducción de daños, que incluyan a las organizaciones civiles que ya operan en el territorio y tienen contacto directo con los consumidores.
AH