Policía
  • La mansión estaba sin forzar y el desayuno intacto: el misterio de los Flores Izquierdo

Una mansión intacta y un crimen imposible. El misterio que sacudió a Las Lomas en 1978 | Archivero

Fue un crimen sin reposo. El caso se cerró en ocho días y con varias manos metidas. Esta es una revisión a la averiguación previa, el parricidio que cimbró a las Lomás de Chapultepec.

DOMINGA.– Agustina, de apenas 18 años, se levantó poco antes de las seis de la mañana para empezar sus labores en la mansión de Paseo de las Palmas no. 1535, en las Lomas de Chapultepec. Aun así su patrona le pidió que se apurara con el desayuno porque sus nietos –que pasaban unos días de visita en su casa– debían irse a la escuela. Era un 5 de octubre de 1978, luego de esa mañana nada volvería a ser igual.

La empleada del hogar había llegado un año antes, de un pueblito de Guerrero llamado Chilapa. Había sido recomendada para trabajar en casa de Asunción Izquierdo Albiñana y su esposo, Gilberto Flores Muñoz. La señora era familiar del expresidente Miguel Alemán Valdéz, una novelista poco conocida que hoy se sabe escribía con pseudónimos y a escondidas; y él, un político priista: exgobernador de Nayarit, candidato frustrado a la presidencia y entonces director de la Comisión Nacional de la Industria Azucarera, por mandato de José López Portillo.

Esa mañana del 5 de octubre, en la cocina desayunaban la señorita Alicia de 19 años, Patricia de 14 y el chiquito Alfonso, que tenía apenas 10. Faltaba nomás el nieto mayor, Gilberto Flores Alavez, de 20 años; según el personal, el consentido de doña Asunción había salido temprano, con destino a su casa en el Paseo del Pedregal, al sur del Distrito Federal.

Gilberto Flores Alavez, el nieto mayor de la familia Flores Izquierdo | Especial
Gilberto Flores Alavez, el nieto mayor de la familia Flores Izquierdo | Archivero


León Sandoval,
el chofer de la señora, dijo que era normal que los nietos pasaran varios días en la casona, pues su padre era un hombre importante con mucho trabajo: el doctor Gilberto Flores Izquierdo, subdirector general médico del Instituto Mexicano del Seguro Social. Dijo que al nieto que notaban más era Gilberto: llegaba a toda velocidad a bordo de un Porche color gris último modelo, andaba con su guardaespaldas, un fanfarrón al que le decían El Manzur; y siempre venía con otros juniors de la Universidad Anáhuac, donde estudió un tiempo la carrera de Derecho.

Aquel día el policía bancario Javier Pérez Mancera, comisionado para cuidar al señor Flores Muñoz, llegó a su turno de la tarde y le preguntó a su compañero de la mañana, Jorge Sánchez, si hubo alguna novedad. Éste le dijo que no.

Así que Javier hizo lo que todos los días: se sentó en la banqueta de la mansión y empezó a leer el periódico del día y luego se pasó a dar un “rondín” por el vasto jardín. A eso de las 7:30 de la noche se encontró con León Sandoval, quien lo invitó a echarse un juego de damas para matar el aburrimiento. Estuvieron jugando 45 minutos cuando Javier le dijo que iba a darse una vuelta por la casa otra vez.

Vista del interior de la mansión donde ocurrieron los hechos | Archivero
Vista del interior de la mansión donde ocurrieron los hechos | Archivero


A las 10 de la noche don
Gilberto Flores Muñoz regresó del trabajo y se puso a leer los periódicos. Media hora después doña Asunción le echó un ojo a sus nietos. Al darse cuenta de que Gilberto aún no llegaba, bajó a emparejar la puerta y a prender la luz de la sala para que, cuando entrara, no se tropezara con nada. 

Su nieto llegaría a las 11:50 de la noche, uno de sus amigos lo dejaría en la entrada. Gilberto caminó hasta la cocina, donde estuvo unos 10 minutos, y luego apagó la luz. Ese es el último recuerdo del policía Javier Pérez Mancera.

Esa noche don Gilberto Flores Muñoz y doña Asunción Izquierdo caminaron a habitaciones distintas: dormían desde hacía un tiempo en cuartos separados. Según el chofer León Sandoval, la señora se había enterado de que su marido tenía otra mujer. Unas horas después, se cree, pasadas la medianoche –del 6 de octubre de 1978– todo cambió: la pareja fue brutalmente asesinada. Fueron drogados y luego alcanzados por un machete en la cara y el cuello. Nadie escuchó ningún ruido.


En apenas ocho días el crimen sería “resuelto” por Francisco Sahagún Baca, jefe de la División de Investigación para la Prevención del Delito; Miguel Nazar Haro, director de la Dirección Federal de Seguridad (DFS); y Jesús Miyazawa, procurador del Distrito Federal. El responsable, dijeron, había sido uno de los nietos.

Este caso lo convirtieron en novela policiaca y hasta la fecha quedan dudas: ¿una venganza familiar o un crimen de Estado?

Esta es una colaboración de ARCHIVERO para DOMINGA, con declaraciones de la averiguación previa de la Procuraduría, que revela que en México la verdad oficial siempre está en obra negra.

¿Qué le ocurrió a Asunción Izquierdo y Gilberto Flores?

La Procuraduría General de Justicia (PGJ) abriría la investigación 3956/978 tras llegar a Paseo de las Palmas no. 1535 a las 9:30 de la mañana del 6 de octubre. Se describió la casa como una mansión: tenía un jardín amplísimo con un garaje enorme, una primera planta con amplias salas, comedor, antecomedor y cocina; al fondo había unas escaleras que llevaban a la segunda planta, que conectaba con un pasillo de dos metros de ancho y 15 metros de fondo. Ahí estaban distribuidas las recámaras.

Distribución de la mansión donde ocurrió el doble homicidio | Archivero
Distribución de la mansión donde ocurrió el doble homicidio | Archivero


Gilberto Flores Muñoz
tenía 73 años el día que lo asesinaron. En la sangre encontraron altas cantidades de Valium (nombre comercial del diazepam), con el que presuntamente lo habían drogado. La señora Asunción tenía dos heridas en el brazo izquierdo, lo que indicaba que a pesar de que tomó el ansiolítico logró despertar cuando la atacaron e intentó defenderse. El asesino la arropó hasta el pecho, como si quisiera taparla para dormir. Tenía 68 años el día que le quitaron la vida.

Según las primeras investigaciones, el domicilio no fue forzado, tampoco había huellas digitales en puertas o ventanas, y no se sustrajo ninguna pertenencia: todos los objetos valiosos y el dinero estaban en su lugar.

Desde el primer día, la DFS aseguró sin hacer mayor investigación que hubo un solo asesino, “que además tenía pleno conocimiento de la ubicación de las habitaciones y de quien las ocupa”. Inmediatamente estableció que probablemente uno de los empleados de la casa había sido el culpable, así que mandaron buscar a los 11 que trabajaban para el matrimonio Flores Izquierdo, entre los que había choferes, jardineros, escoltas y empleadas de servicio.

Entrevistas iniciales al personal, recopiladas por las autoridades | Archivero
Entrevistas iniciales al personal, recopiladas por las autoridades | Archivero


En el relato de Agustina, como todas las mañanas, ella dijo que se levantó temprano y en puntísimo estaba preparando el desayuno. A diferencia del día anterior, el primero en bajar fue el nieto Gilberto Flores Alavez. No tardó ni unos minutos en saludarlo cuando escucharon unos gritos que más bien parecían alaridos.

—¡Abuelita, abuelita!, ¡qué te hicieron! —lloraba entre gritos la señorita Alicia—. ¡Gili, Gili!, ¡quién sabe qué le hicieron a mi abuelita!

Subieron corriendo las escaleras hasta toparse con la habitación de la señora Asunción. La encontraron en la cama boca arriba y sólo era reconocible porque llevaba puesto su batón blanco y un pantaloncito color negro con el que dormia. Su cara había quedado destrozada y en el cuello aún tenía clavado el machete con el que la habían asesinado, lo que hacía la escena espeluznante. Agustina pensó que el señor, don Gilberto, tenía que levantarse para ver lo que había ocurrido.

La habitación de Asunción Izquierdo en la mansión de Las Lomas | Archivero
La habitación de Asunción Izquierdo en la mansión de Las Lomas | Archivero
—¡Avísenle al señor! —dijo desesperada.

Agustina junto con otra empleada del servicio, Lupita, corrieron a su habitación cuando de golpe vieron que el “ingeniero”, como le llamaban con respeto, también estaba muerto en su cama. Al escuchar sus gritos el joven Gilberto les dijo: “Cálmense, cálmense! Yo me encargo de todo, le voy a hablar al general Durazo”, refiriéndose a Arturo Durazo, jefe del Departamento de Policía y Tránsito del Distrito Federal y compadre del presidente López Portillo.

En medio de los gritos y el impacto de aquella escena, Agustina dice que el joven hizo algunas llamadas. Finalmente a las siete de la mañana llegaría la Policía del Distrito Federal y hasta la DFS. Reportaron, a primera vista, que el señor Gilberto Flores Muñoz había sido asesinado en su cama por siete impactos de machete, lo que provocaron una anemia aguda por la hemorragia de las lesiones en la tráquea, el esófago y la arteria yugular. La señora Asunción Izquierdo tenía ocho heridas profundas, que le generaron también anemia aguda por la hemorragia en la carótida.

Pruebas en la escena que indican que alguien intervino en el lugar | Archivero
Pruebas en la escena que indican que alguien intervino en el lugar | Archivero


El asesino dejó clavado en el cuello un machete con hoja de acero de 66.5 centímetros de largo, elaborado por la fábrica mexicana Campos Hermanos.

La teoría del machete marcado con la letra A

Las conclusiones iniciales apuntaron a que el asesino los atacó por la izquierda, que primero mató a Gilberto y después caminó al cuarto de Asunción; como la chapa estaba cerrada, caminó a un baño que conectaba con la recámara por donde finalmente se metió. 

“Hubo por parte del asesino exclusivamente una intención muy directa para privar de la vida a las dos personas, ya que no [se] observó ningún objeto de valor faltante en el lugar de los hechos”, apuntaron los peritos Antonio de Jesús Haro y Rubén Florio, según puede leerse en el expediente judicial.

Durante días la nota roja especuló y publicó los detalles más escabrosos sin ninguna clase de tacto. Mientras tanto, las autoridades llamaban incluso a los nietos más pequeños para que relataran lo que ocurrió aquella noche. Como el machete tenía tallada la letra A, pusieron a toda la familia a escribir en tarjetas algún mensaje para comparar la letra con la del machete. Por esos días determinaron que la letra que más se parecía era la de Gilberto, el nieto mayor.

Pruebas de escritura aplicadas a la familia como parte de la investigación | Archivero
Pruebas de escritura aplicadas a la familia como parte de la investigación | Archivero


Para el 9 de octubre, la DFS elaboró un reporte en el que aseguraron que agentes se presentaron en la mansión de los Flores Izquierdo, es decir, tres días después, cuando ya habían transitado todas las policías de la ciudad en busca de pruebas. Fue ese día cuando realizaron una revisión en el cuarto donde dormía Gilberto Flores Alavez. Encontraron la ropa que usó ese día, una playera con la etiqueta “Kenzo” que tenía manchas de sangre a la altura del hombro izquierdo y en la etiqueta. También encontraron un pantalón color beige, con rastros de sangre.

“Hay una zona húmeda, dando la apariencia de que esos rasgos trataron de ser borrados supuestamente con agua y jabón”, dice el reporte. Estas prendas fueron trasladadas al laboratorio de la PGJ en el Distrito Federal, para que fueran sometidas a diferentes estudios y poderse comprobar el tipo de sangre al que pertenecían. La conclusión: “es sangre humana”.

La versión que dio Gilberto Flores Alavez

Ese mismo 9 de octubre, Sahagún Baca, entre otros miembros policíacos, interrogó a Gilberto Flores Alavez, quien se dijo no adicto a las drogas pero sí miembro de una organización cristiana.

Un día antes del asesinato, acompañó temprano a su abuela a las oficinas del Infonavit a recibir un diploma por su participación en la jornada de ayuda a la Cruz Roja mexicana; que después acudió a la organización cristiana, en Lomas de Chapultepec, donde estuvo hasta pasadas las cinco de la tarde; de ahí su amigo lo llevó a su casa en el Pedregal por ropa, porque pasaría más días en casa de sus abuelitos; que pasadas las 11 de la noche finalmente lo llevó a las Lomas, saludando al policía Javier Perez Mancera; que subió las escaleras y vio a cada uno de sus abuelos en sus cuartos, a quienes les dio las buenas noches.

Pantalón de Gilberto Flores Alavez asegurado por la PGJ con rastros de sangre | Archivero
Pantalón de Gilberto Flores Alavez asegurado por la PGJ con rastros de sangre | Archivero


Durante la noche no escuchó ningún ruido. Se levantó temprano a la mañana siguiente, bajó a la cocina, puso un pan en el tostador y le pidió a la “sirvienta” que se apurara con el desayuno para Alicia, quien asistía a la Anáhuac. Entonces escuchó los gritos de su hermana, corrió precipitadamente a las escaleras en donde Alicia le dijo que llamara a un médico porque su abuela estaba sangrando.

Entró a la recamara de su abuela y la vio: tenía un machete en el cuello. Dice que lo primero que hizo fue comunicarse con un funcionario de Presidencia, luego llamó al chofer, León Sandoval, y se puso a rezar. Su hermana Alicia confirmó después esta versión.

Sin embargo, la DFS y la Policía de Tránsito del Distrito Federal consiguieron el día 11 de octubre un testigo estrella que corroboró otra cosa: el asesino había sido Gilberto. Anacarsis Peralta Álvarez, un compañero de la universidad, habría acudido por su cuenta a confesar lo que había pasado aquel 5 de octubre.

¿Un crimen de Estado fraguado por el presidente López Portillo?

Anacarsis Peralta Álvarez contó que el día de los hechos, por órdenes de su amigo Gilberto, compró un machete, una lima, una botella de aguarrás, así como un frasco de Valium. Dijo que después de comprar los objetos manejó hasta la casa del Pedregal, lo llevó por ropa y unos libros. En un inicio, le dijo que necesitaba todo eso para tirar una especie de cabañita en el jardín de su casa.

Pero después, según los policías durante el interrogatorio y “sin ser coaccionado”, anotaron los agentes, confesó que Gilberto sí le dijo que con los machetes “mataría a sus abuelos” y con el aguarrás los “dormiría” antes de llevarlo a cabo. El amigo pensó que se trataba de una broma, así que no ahondó más. Pasadas las 11 de la noche lo llevó a la casa de sus abuelos, se bajó con el machete y el aguarrás escondidos entre la ropa; y después se fue a su casa a terminar un trabajo de la escuela de Arquitectura. Tendría noticias hasta las 7 de la mañana del día siguiente cuando Gilberto lo llamó por teléfono: “se echaron a mis abuelos vente para acá”, le dijo.

Declaración de Anacarsis Peralta, donde afirma que Gilberto Flores Alavez cometió el doble homicidio | Archivero
Declaración de Anacarsis Peralta, donde afirma que Gilberto Flores Alavez cometió el doble homicidio | Archivero


Una hora después el amigo estaría en la mansión: Gilberto lo llevó a ver los cadáveres. Tan pronto se quedaron solos, le entregó unos guantes y le pidió que se deshiciera de ellos. Anacarsis Peralta lo confrontó y le preguntó “¿tú lo hiciste?”, a lo que este respondió: “Sí y fue algo espantoso”. Declaró que, con los días, se lo volvió a encontrar un par de ocasiones más y su amigo lo amenazó diciéndole: “los dos estamos comprometidos en esto, mantenlo en secreto”.

El reporte de la PGJ continúa: “para finalizar, [Anacarsis] dijo que desde el día de los hechos no había dado a conocer a las Autoridades todo lo anterior, por la advertencia que Gilberto le hizo, en el sentido de que ‘si nos cachan en esto Anacarsis, nos hunden a los lados,’ pero que por consejos de su madre se ha presentado en esta fecha”.

Ese mismo día, Gilberto Flores Alavez reconocería que quiso darle una especie de lección a sus abuelitos por un pleito que tenían con sus padres, sin embargo al leer la declaración es confusa y no parece haber reconocido plenamente los asesinatos. El 14 de octubre de 1978 el juez 25 de lo penal le dictó auto de formal prisión por el doble asesinato. En la ficha de la Dirección de Policía y Tránsito aparece un joven de melena larga y bigote en forma de u, consignando que tenía 20 años de edad.

Fue trasladado al Reclusorio Oriente y lo sentenciaron a 28 años pero pasaría sólo 10 en prisión. Su defensa argumentaría que se habían manipulado pruebas y que no actuaba con plenitud de sus facultades mentales.

Desde que fue liberado, el nieto aseguró que fue un chivo expiatorio de policías, como Francisco Sahagún Baca, y que su abuelo realmente había sido asesinado como parte de un crimen de Estado fraguado por José López Portillo. 

Paolo Sánchez Castañeda colaboró en la busqueda de este expediente


GSC

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Laura Sánchez Ley
  • Laura Sánchez Ley
  • Es periodista independiente que escribe sobre archivos y expedientes clasificados. Autora del libro Aburto. Testimonios desde Almoloya, el infierno de hielo (Penguin Random House, 2022).
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