Las redes sociales están programadas para sacar lo peor de nosotros a través de ese aterrador algoritmo que sabe nuestros morbos, temores, placeres culposos y similares. Por eso he tratado de alejarme un poco, ya me sentía enferma. Pero no sirvió de mucho porque ahora resulta de que si hay una televisión o un radio prendido cerca de mí, y por mi chamba siempre la hay, igual me voy a enterar de esos horribles videos virales que no son ficción; son aterradores, y la gente los usa como entretenimiento sin distinguir la verdad de la ficción.
Hoy me refiero a un trágico video en el que por grabar un asalto, un muchacho resultó baleado en el automóvil al lado de su padre. Esos gritos, esa angustia en tiempo real, no me los puedo quitar de la cabeza. Vi el video en un programa de revista, mientras esperaba entrar a una cita. Luego lo vi una y otra vez en noticias. Y al regresar a casa escuché esos gritos en la radio mientras una locutora comentaba “la información más curiosa” del día.
Admiro tanto a la gente que puede vivir fuera de las redes sociales, hay tantas cosas que no necesitamos reproducir, que no tienen valor periodístico ni social, sólo morbo. Y quizás no es el hecho sino la forma en la que son presentados lo que lo hace aún más siniestro. Cosas curiosas, háganme usted el favor. Los gritos desesperados de un padre. Y no, medios de comunicación, no por replicar los horrores de las redes sociales volverán los tiempos de altos ratings.
Antes, al menos, sabíamos clasificar la nota roja de lo demás y ya cada uno decidía si verla o no. Hoy en día la encontramos entre memes y anuncios de jabón, queramos o no. Sí, estamos muy enfermos y no veo una cura pronto.
