Voy a decir algo que va a sorprender a muchos, pero me la pasé de maravilla viendo la película El candidato honesto el fin de semana pasado en el cine. No, no la vi porque tenía que hacerlo, yo no hice las entrevistas con Adrián Uribe al respecto. La vi porque vimos el tráiler un par de semanas antes de su estreno y nos sacó risas que no esperábamos. Risas de aquellas que no quieres confesar para no parecer simplón.
Al darnos cuenta de que no éramos los únicos riendo y después de reconocer que, al menos la premisa de la cinta es muy similar a la de Liar, Liar, de Jim Carrey, optamos por jugarnos nuestro domingo y nuestro horrible síndrome de snobs cinematográficos (ahí solo hablo por mí) y compramos boletos para verla en una sala de arte, cosa que también nos causó gracia.
No es menospreciar éxitos como los que el actor y comediante ha logrado a nivel popular, es admirable. Simplemente el sentido del humor de programas como La hora pico no son lo nuestro. Pero en El candidato honesto vimos algo más: un comediante con instintos impecables, tocando temas sensibles de la sociedad mexicana sin volverlos militantes, y uno que otro gag que aún me tiene riendo.
Me quedé pensando en cómo, ya sea como público o periodistas, a veces nos perdemos de cosas buenas por nuestros prejuicios. Y una comedia que apunte de manera clara, pero ligera, muchos de los problemas sistémicos con nuestra estructura política no es nada que ningunear. Es, probablemente, la única forma que ya queramos hablar de esos temas en familia sin que nos provoque una hernia emocional.
Celebro que el cine estaba lleno a pesar de haber estado rodeado de Deadpool & Wolverine y Aliens; espero que siga siendo así el próximo fin de semana. Felicidades a los que hicieron esta cinta y que vengan muchas más.
