Los motivos de la visita del Secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo, deberían llenarnos de oprobio como país. Vino este fin de semana, básicamente, a ponerle estrellita en la frente a un sumiso multisecretario Marcelo Ebrard, por lo bien que en México en cuestiones migratorias le ha estado haciendo el trabajo sucio al Tío Sam.
Como ya sabemos, a cambio de no recibir los coscorrones arancelarios, prometimos el oro y el moro. Bueno, lo prometieron nuestros dirigentes a nombre nuestro, faltaba más. Alguien les habló bonito y convenció a los líderes de EU que, más que construir un muro, convenía chantajear a nuestro país para convertirlo en un enorme dique contra la migración centroamericana. Y en esas andamos, destinando patrullas, guardias nacionales, policías estatales y todos los recursos posibles para hacerla de madrinas de la Border Patrol.
Ciertamente, en cuestiones migratorias como en todas las áreas, se debe respetar la ley. El contexto y los modos en los que se asumieron estas tareas son lo que particularmente indigna. Mientras, los líderes de las naciones centroamericanas están cómodos en la hamaca. Los Bukeles, además de aplaudirle a López Obrador, no son capaces de generar oportunidades de desarrollo para sus ciudadanos, y probablemente asuman que, más que migrantes, las familias enteras hacinadas clandestinamente en un tráiler son turistas en busca de diversión.
En lo que toca al Estado de México, el más reciente "golpe" fue el fin de semana en Soyaniquilpan, donde capturaron (esa es la palabra) a 83 personas provenientes de Honduras, de los cuales 41 son menores de edad.
Además de este hay muchos ejemplos, como Ecatepec, donde desde mayo han sido detenidos al menos 520 migrantes, entre ellos a 150 niños y niñas. De acuerdo con algunas estimaciones recientes, ese es un punto de paso para unos 450 mil migrantes cada año, de los cuales cerca de mil 500 se quedan a vivir ahí, al menos temporalmente, en colonias marginales.
La migración no es un fenómeno que se pueda acabar de manera definitiva, sin embargo podría aliviarse la situación si en los respectivos países, incluido el nuestro por supuesto, existieran mejores oportunidades de estudio y empleo digno. No es el hilo negro.
En esos proyectos de desarrollo bien podría participar Estados Unidos, si quisiera, pero no quiere porque la ambición electoral de Donald Trump está primero, y nuestro país está colaborando en este gran pretexto político, pasando por encima de la dignidad humana de los migrantes que, ante el endurecimiento oficial en su contra, se arriesgan más a condiciones infrahumanas buscando un poco de esperanza aún a costa de sus vidas.