Claudio Lomnitz me invitó a colaborar en un libro colectivo: 1968-2018. Historia colectiva de medio siglo, publicado por la UNAM. A cada autor le fue asignado, no sé si al azar, un año de ese hemiciclo. A mí me tocó 1978. Así empieza mi contribución a esa pieza coral:
Recuerdo el año de 1978 en México como un envite al éxito. Yo no sabía aún que las promesas son el disfraz de las desgracias. José López Portillo lanzaba la jabalina, besaba a Rosa Luz Alegría, su novia y secretaria de Turismo, le entregaba la policía a su viejo amigo, Arturo Durazo, y hacía las cuentas de la renta petrolera, las tres acciones parecían la misma cosa, impuestas por el Presidente de México.
En el cine Metropolitan exhibían Las perversas, con la diosa del amor Edwige Fenech, desnudos a granel en la pantalla grande. No deja de parecerme extraño que Granados Chapa escribiera su columna Plaza Pública en Cine Mundial. El día de la muerte de Carlos Chávez titularía así su contribución al periodismo de los años 70: “Un estadista de la música”. En el pasado hay más humor del que suponemos.
Mientras el país se preparaba para la abundancia que nos traería el petróleo, Gloriella, la vedette del momento, mostraba sus enormes pechos al mundo y denunciaba sin clemencia a Olga Breeskin: ella usa silicones. Los pechos de Gloriella eran volcanes espectaculares en erupción. Puedo asegurarlo 40 años después de que la prensa de la farándula la fotografiara tal como vino al mundo.
Por alguna razón misteriosa extraño ese México; bien pensado, extraño a aquellos que fuimos a los 20. No lo sabíamos, pero avanzábamos hacia una catástrofe a la cual aún no toca el olvido; ocurrió algo así como la destrucción de todas las cosas bajo la tormenta de la crisis financiera; el peso, por las nubes; las empresas revisaban sus costos y cerraban sus puertas.
El presidente López Portillo declaró en Querétaro que estaba satisfecho del desarrollo nacional: “el problema ahora es acelerar”. Y sí, hubo una aceleración. La verdad habíamos caído en el pozo de la derrota. Los resultados pueden documentarse en los libros de historia y en las cuentas del Banco de México.
Espero que este recuerdo no sea una convocatoria al regreso del pasado, que se me haga la mano chicharrón.
rafael.perezgay@milenio.com
Prácticas Indecibles
Lo que un día fue, no será

Rafael Pérez Gay
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