Un importante capítulo de la narrativa del movimiento #MeToo se compendia en “El Escándalo”, cinta que dramatiza el acoso sexual sistemático que se vivió al interior de Fox News bajo la dirección de Roger Ailes. Los casos verídicos de Megyn Kelly, Gretchen Carlson y un tercer personaje ficticio compuesto de varios recuentos de víctimas bajo el nombre de Kayla Pospisil, van escalando hasta tener las repercusiones que hoy conocemos.
La urgencia del tema y lo significativo del caso garantizan una película interesante que no batallará en captar nuestra atención desde el primer minuto. Los reparos que se le pueden hacer a El Escándalo tienen qué ver con su factura cinematográfica. Llevada a la pantalla por Jay Roach, la historia de estas abanderadas del #MeToo carece del manejo de tensión, la estructura y los matices dramáticos que dan grandeza a cintas que ficcionalizan esta clase de sucesos. Como ejemplo virtuoso de obras que elevan narrativamente estas historias podemos señalar las cintas políticas de Adam McKay: La Gran Apuesta (The Big Short, 2015) y El Vicepresidente (Vice, 2018), en las que un episodio que conocimos hasta el cansancio a través de coberturas mediáticas nos es replanteado, incluso explicado, en una propuesta dinámica e ingeniosa. Con mucho material y pocas ideas, Jay Roach nos adentra en el infierno ético de Fox News con recursos audiovisuales poco imaginativos. Técnicamente, las actuaciones no entran en la definición de “valores de producción” (los elementos técnicos que mejoran la calidad de una película), pero en este caso, las notables interpretaciones de Charlize Theron, Nicole Kidman y Margot Robbie como las mujeres que enfrentan a su acosador son sus valores de producción de lujo. Ellas sostienen la película.
Diamantes en bruto
Ver películas de los hermanos Josh y Benny Safdie es una gran oportunidad de salir de nuestra zona de confort como espectadores. Filmando sin demasiada logística de producción, dándonos protagonistas moralmente ambiguos que se involucran en planes implacables, esta relativamente desconocida dupla de cineastas devuelve al cine americano algo del espíritu libre que tuvo en la gloriosa década de los setentas, sin necesariamente pasar como un estilo nostálgico. Son un cine independiente genéticamente mejorado.
Howard Ratner (Adam Sandler) es un peculiar joyero neoyorquino que siempre está buscando su próxima gran venta. Tras adquirir un ópalo de raro origen que podría representarle grandes ganancias en una subasta, Howard comienza a hacer una serie de apuestas de alto riesgo que podrían llevarlo a la ruina, además de afectar su matrimonio y familia.
Delirante perfil de personaje, Diamantes en bruto muestra las facetas de un protagonista joyero, judío, esposo, padre, amante, adicto a las apuestas. Utilizando un soundtrack atípico, interacciones caóticas, ritmo imparable y un curso dramático impredecible, los Safdie nos recuerdan (o enseñan por primera vez, según sea el caso) la gama de emociones y estímulos que puede ofrecer el cine. Dicho sea de paso: uno no sabe cuándo Adam Sandler volverá a dar una actuación de este nivel. No es una recomendación para todos, pero quien la tolere será recompensado por una experiencia sin paralelo.
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