Cultura

Los acosadores y nosotros, sus cómplices

  • Malos modos
  • Los acosadores y nosotros, sus cómplices
  • Julio Patán

Lo habrán leído. Tras una nota del New York Times, Ashley Judd levantó la mano para denunciar el acoso sexual que sufrió a manos del un día todopoderoso Harvey Weinstein y se destapó una cloaca, o más bien todo un océano de aguas negras. No es poca cosa acusar a Weinstein, particularmente si te dedicas al cine. Fundador de Miramax, es uno de esos animales creados para la producción: son suyas Sexo, mentiras y video, Pulp Fiction o El paciente inglés. Fue el zar de la calidad taquillera.

Judd es una actriz de peso, una mujer a la que le suponemos una cuota de poder. Otro tanto podemos decir de las que siguieron sus pasos y plantaron cara a quien, por años y años, se comportó impunemente como un agresor sexual compulsivo: Angelina Jolie, Gwyneth Paltrow, Kate Beckinsale, y sobre todo Rose McGowan y Asia Argento, que lo acusan de violación. Todas, insisto, mujeres que podríamos llamar “empoderadas”, a las que siguieron, en los últimos días, la cantante Björk en lo que pareció una acusación contra Lars Von Trier y Tippi Hedren, que recordó lo que significaba trabajar con Hitchcock. Habría que recordar también que la famosa escena de la mantequilla de El último tango en París fue realmente una violación de Marlon Brando contra Maria Schneider, maquinada con el director Bernardo Bertolucci. El hijo de puta lo reconoció públicamente.

Así, la historia del cine es una medida importante la historia del acoso y el abuso, la historia de la violencia machista ejercida con perfecta naturalidad. Esa que es al menos igual de grave en casi cualquier otro ambiente de trabajo y puede que más, si pensamos que no todas las mujeres tienen tales cuotas de influencia. McGowan, que lidera la pelea contra Weinstein, reprochó a las estrellas de Hollywood que no se atrevieran a romper el silencio. No sé si es un reproche justo: la valentía es admirable pero no exigible a las víctimas, y esas mujeres son víctimas de una cultura podrida. En cambio, deja pensando su acusación contra dos actores, Matt Damon y Ben Affleck, que callaron cuando fueron testigos de esa vileza para no poner en entredicho su carrera. Que medraron.

Y es que la mayoría de los hombres, entre los que no somos acosadores, hemos sido Damon y Affleck. ¿Cuántos hemos visto manifestaciones de acoso sin alzar la voz, por conveniencia o porque lo encontramos “normal”? Lo dije aquí antes: hemos faltado a la más elemental solidaridad con la mitad del planeta. Hemos sido cómplices.

Como que es hora de sumarse a la lucha.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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