Anda por aquí Leonardo Padura, y me cuelgo del pretexto para releerlo. Una rareza en el contexto cubano, el amigo Padura. Los sátrapas, sobre todo uno con la capacidad mediática de Castro, no solo dominan cada aspecto concreto de la vida pública y hasta privada. Su control no es solo tangible: es verbal: terminan por invadir la conversación, por hacerse dueños de cada sobremesa o sesión de copas o café y, claro, también de cada libro, elogioso o crítico. La extraordinaria literatura cubana de la disidencia y el exilio ha girado preferentemente en torno a la aberración de la Cuba de Fidel, como buena parte de la a menudo bochornosa literatura publicada en la isla ha girado en torno a sus méritos como santo padre de la revolución. A la mentira.
Padura es de los que no aceptan ninguna de esas etiquetas. Formado en el periodismo, es responsable de muchas buenas tardes para muchos lectores aficionados al noir, gracias a la serie de cuatro libros protagonizada por Mario Conde, y de un éxito como El hombre que amaba a los perros, una novela que también es el intento de esclarecer un misterio y que se construye en torno a las figuras de Trotski y su asesino, Ramón Mercader. ¿Qué son las novelas de Padura? Primero, libros sobre soledades y derrotas: la de Trotski en su exilio, la de ese hombre que quién sabe si es quien parece ser y pasea perros mientras tal vez intenta dejar atrás la carga de un crimen, la del escritor frustrado que rastrea la historia, la del tristón y autoirónico Mario Conde que no da una con las mujeres por mucho que no le falten… Lejos están las reflexiones sobre el autoritarismo, el horror real del socialismo ídem, las crónicas del desencanto con la Revolución, de la represión y del exilio…
O no. Y es que si se trata de pensar la Cuba del siglo XX, Padura puede ser de lo más elocuente. Conde no es desde luego un disidente, pero es un rebelde a su modo: resuelve crímenes del común —asesinatos pasionales o por ambición— en un país en el que la policía para la que él trabaja es, en esencia, una policía destinada a resolver “crímenes contra la revolución”, “contra el Estado”. Es mucho lo que nos dice sin decir Conde mientras circula por esa Habana rota, pobre y llena de privilegios de clase. Como es mucho lo que nos dicen Trotski y Mercader sobre el experimento represivo soviético, ese que cumple 100 años, y que tanto le dejó a Fidel.
Y es que Padura ofrece lo que todos los buenos escritores: capas de lectura. Lo que quiero decirles es que, como yo, aprovechen el viaje y léanlo.