Leo que ETA entrega o dice que entrega su arsenal a la policía francesa y, a botepronto, me sorprende que siga teniendo armas. Vaya, casi me sorprende que exista. No es una sorpresa justificada.
Recuerdo lo muy presente que estaba el nacionalismo vasco violento en la vida española hace tres lustros y pico, cuando me fui a Madrid para trabajar en la revista Letras Libres. Los buenos oficios del editor en jefe, Ricardo Cayuela, nos pusieron en contacto con numerosos intelectuales que se habían dedicado a cuestionar no sólo al terrorismo, sino al nacionalismo vasco en sus mismas raíces ideológicas, y por extensión a todos los nacionalismos.
Creo, espero, agradezco haberles aprendido unas cuantas cosas. Amenazados, exiliados, Fernando Savater, Antonio Elorza, Jon Juaristi o Patxo Unzueta evidenciaron el sustrato mítico del nacionalismo abertzale, agravado por el racismo de sus orígenes y por su matrimonio con la izquierda dura.
También, el modo en que la complicidad de su brazo electoral y de los nacionalistas “moderados” permitió a los encapuchados someter al terror a la población vasca. Como evidenciaron l a crueldad artera de sus bombas, del tiro en la nuca, del secuestro como negocio que se hace llamar impuesto revolucionario. Y el modo bochornoso en que esos “soldados” levantaban inmediatamente las manos ante la presencia de cualquier uniformado.
ETA, o las mil formas de la cobardía.
Digo que casi me sorprende porque los mocetones de la boina llevan años sin cometer un atentado. Y es que de esos intelectuales aprendimos también que la fuerza del Estado puede contrarrestar al terrorismo.
Pero digo que la sorpresa es injustificada porque ETA ha sabido reciclarse una y otra vez, por la vía del engaño. Cuando los golpes de la policía empezaron a desarbolar a la banda, ésta apeló al recurso de la falsa tregua: me repliego, te repliegas, me rearmo, vuelvo.
Ya vencida, ETA apela ahora a la falsa entrega de armas. No es sólo que el arsenal entregado tenga toda la pinta de ser apenas una parte del total. Es que la entrega es una pantomima.
Con ese gesto, los matones aspiran a obtener réditos políticos. Otra vez, los intelectuales como Savater y las víctimas del terror levantan la voz. Otra vez, celebran a los radicales los oportunistas y los ingenuos de siempre, del Partido Nacionalista Vasco a ese Partido Socialista que tantas víctimas ha sufrido.
Es que hay quienes no aprenden. Por eso el largo adiós de ETA: porque no entender te puede hacer cómplice. Porque la idiotez puede ser criminal.