Tigres inicia el torneo en su casa recibiendo a Santos, a quien por tradición suele no irle bien en tal lugar.
Este volcán con su lava daña al que sea pero especialmente a los laguneros. Es la segunda puesta a prueba para los de Almada, incluyéndolo a él mismo.
Miguel Herrera debuta ante gente nueva, necesitada de éxitos porque en los anteriores tres torneos no les ha ido bien. Aquí radica el primer serio problema.
¿En calidad de qué se presentará Santos en el Volcán? ¿Víctima o verdugo? ¿Favorito, rival o cómplice?
Las dudas surgen. Los Albiverdes nos sorprendieron en Aguascalientes, luego decepcionaron en casa.
Con Tigres no se juega. Hay que mostrar minutos de esfuerzos conmovedores pero también se requerirán segundos de inspiración.
La combinación equilibrada de calidad y entrega será demandada todo el partido.
Es donde el conjunto comarcano tendrá su prueba de fuego para alentarse, no perderse en el transcurso del cotejo, sudar pero a la vez gozar.
Complacer a su profesión es la consigna explícita. La tarea es ardua porque en tal lugar surgen inconvenientes.
Siempre ha existido le referencia directa entre estos dos equipos. Lo que uno hace lo envidia el otro, lo que uno logra lo anhela el otro.
Se han dado percances que pusieron contentas a las aficiones en el momento que acontecieron. No podemos ocultar la atracción de estos juegos.
Al país también le llama la atención este enfrentamiento porque saben la cercanía regional. Es el partido de la carretera interestatal.
En la capital de nuestro estado (Saltillo) hay muchos seguidores de Tigres por su cercanía. Esto también distingue al compromiso.
Dependiendo cómo se desarrolle el partido, suponer una derrota de Santos no cae bien, obvio, pero al menos está contemplada.
La victoria sería la sorpresa. Hay que jugar, y hacerlo bien, o mejor que contra los cementeros, es una mínima consigna lo cual no es sencillo.
La exigencia se abre para ambos pero más para los Tigres, pues desean que su volcán esté en erupción. Hace mucho que no sienten esa excitación.