Los muy malos momentos que Santos ofrece, parece que no tienen remedio o al menos por ningún lado se vislumbra su posible solución.
Es una cruel y cruda realidad.
Las decisiones, los jugadores, el presupuesto compartido, tanto cambio de entrenador más los imponderables, se han aglutinado para provocar algo que ya se asemeja a una desgracia.
Estos ratos ya se habían vivido en la historia de la institución pero llegamos a pensar que no se volverían a presentar; sin embargo hoy se está peor por lo siguiente.
Junto a las malas actuaciones más los lógicos pésimos resultados se suma el distanciamiento entre afición y equipo. No hay vibra que lata a favor.
La gente poco a poco cree menos porque ya no siente nada a favor. Su equipo se ha aislado y hasta el uniforme le modificaron de manera palpable.
El lado sensible de la relación se ha roto, no existe. La atracción ha desaparecido, las caricias emocionales no se ofrecen.
Las muestras de cariño se han alejado, el “regalito” añadido no se ofrece y poco interés se muestra por complacer a la otra parte.
Cuando el lado sensible se afecta es complicado restaurar la situación por más bellos discursos que se expongan.
El famoso “estate tranquilo” de Nacho Ambriz no llega y tampoco fue una expresión que generara confianza.
¿Conocen ellos la solución?
Al menos tienen la responsabilidad y con eso basta para encontrar la forma de creerles.
La situación de Santos es incómoda y grave.