Fernando podrá ser testigo de la maravilla que significa la Serie Mundial.
Con su ausencia podremos revalorar lo que significa este acontecimiento porque él brilló precisamente en una contra el nombre del rival en turno.
Yankees y Dodgers representan una élite diferente en las Grandes Ligas. Se deseaba este enfrentamiento por morbo o lujo pero jamás pudimos incluir la ausencia del 34 de los azules.
Es notorio que hoy la no presencia de
Valenzuela es más relevante que si fuera el pitcher abridor.
Este magno evento se aprecia entre dolor y recuerdo romántico, detalle fino que atrae porque el mexicano fue figura extrema en la gran carpa.
Tantos años ya pasados probablemente nos hagan olvidar las agradables vibraciones que el recién fallecido provocó.
Las simpatías por los Dodgers o por Fernando podrán desaparecer porque no a todo el mundo el beisbol le causa gracia.
Fue conocido, nadie lo niega, impactó como pocos por su origen humilde y desconocido. Brotó de una nada que hoy es parte de una fiesta donde él fue gran figura.
Imaginar a Yankees con Dodgers obliga a tener que asociar a Fernando.
La vida, pero en este caso la muerte, se encargaron de ponerle otro tipo de relevancia a esta Serie Mundial.
Un premio añadido más a la vida de Fernando es que su deceso se haya dado cuando la fiesta de otoño tuvo de protagonistas a los exponentes de la riqueza beisbolera.
La aportación diferenciada de Fernando se ha encargado de enriquecer aún más su relevancia.
Nunca pudimos imaginar que su muerte se haya escogido cuando estos equipos se volvieran a encontrar.
Si alguien pensó en las fechas, el guión de la película lo agradece.
Ayer fue Fernando; hoy es Serie Mundial en la cual el mexicano tuvo presencia destacada.
Parece que le preguntaron cuándo deseaba morir.
