Si agradezco la aparición de un álbum durante este año es el de este compositor islandés y que ya desde su título desvela que hará las veces de un bálsamo para el alma: Some kind of Peace (Mercury KX). Con muchísima sapiencia y elegancia, una vez más reúne a la música clásica contemporánea con una electrónica sedosa y minimalista. No hay que darle tantas vueltas, escuchar el álbum es un auténtico remanso.
Y es que al final el resultado no pasa por un ambient casi fantasmal; existe sutileza, pero mucha emoción, que aparece desde “Loom”, en compañía del excelente productor y Dj británico Bonobo. Será difícil ocultar que nos acordamos mucho de Bjork en “Back to the sky”, con la voz de la también islandesa JFDR.
10 canciones para un total de 39 minutos de exquisitez, tal como aflora en “The bottom line”, hecha con la compositora alemana Josin. Sobra el espíritu colaborativo, dado que como explica el también creador del soundtrack de Los juegos del hambre (2012): “La pandemia nos recuerda la importancia de las comunidades, de nuestros rituales diarios y de las conexiones que nos unen los unos a los otros”.
Sin dejar de lado su origen musical, Ólafur nos muestra su faceta más accesible a través de una instrumentación sencilla para lo que le conocemos. El músico se empeñó en no repetirse y en exprimir la parte emocional, ya sea a través de las líneas melódicas en espiral, el canto de una tribu del Amazonas en “Woven song”, el uso de un fonógrafo de 120 años o la evocación del universo poético de Walt Withman en “We containe multitudes” (compuesta en una cabaña de Indonesia). He aquí a un compositor que abraza al mundo entero para extraer su belleza.
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