No, este texto no se centra en el reguetón… ni en su calidad o valor estético. El punto toral es señalar la impostura, que sencillamente puede definirse como la simulación o el artificio que se lleva a cabo con la apariencia de ser verdadero. No puedo pensar en otra cosa tras de ver varias veces el video de “Plata… ta ta” que acaba de estrenar la chilena y que tiene como locación el barrio de Palmitas de Pachuca convertido en una mega obra de arte público. Una vez que me atreví a dale play confirmé mi temor… es una reverenda porquería, no tanto por la forma sino por el fondo. Me explico. Su protesta en los Grammys me pareció viable y comprensible. Pronto sacó el sencillo y me decepcioné. La cantante sabe de sobra que “rebelarse vende” y lo aprovecha para recabar clicks y dinero. El video de marras hace evidente que pretende abarcar diferentes looks y posturas ideológicas… lo que resulta forzado, falso, increíble. El discurso asumido se funde con una puesta escena de verbena de baile que todavía lo trivializa más. Se trata de una mera pose, de una representación concebida por el marketing para seducir al activismo de celular y hacer creer que de verdad se abraza una causa en verdad urgente y profunda. Hay quienes ya están haciendo una interpretación “semántica” de Yalitza Aparicio con su pañuelo verde y “supuestamente” empoderada. Al final, una mera simulación… así lo planearon desde un corporativo publicitario (de Guaynaa mejor omito apunte alguno). ¿Qué pretende esta artista? ¿Qué le creamos que es metalera, rapera, que le gusta la cumbia, que entiende el reguetón? Lanza sus dardos para todos lados intentando que la gráfica de ventas se mantenga en ascenso. Me cuesta trabajo comprender cómo piensan esos ejecutivos discográficos a la hora de querer hacer pasar gato por liebre. ¿Lo peor? Que existan miles que se dejen engañar, y lo que es más, que lo celebren y aplaudan.
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