Siempre certero, el escritor francés Michel Houellebecq apuntó: “Toda sociedad tiene sus puntos débiles, sus llagas. Hay que meter el dedo en la llaga y apretar fuerte”. Entonces no hay duda de que el Instituto Electoral del Estado de Hidalgo es una llaga que supura pus, que está podrida y que tal vez requiera que se extirpe todo el miembro. No se trata de impulsar a algún partido u candidato en específico; lo que debe de existir es un reclamo ciudadano porque la institución encargada de llevar a cabo los pasados comicios para elegir Presidencias municipales hizo un papelón vergonzoso. Fueron incapaces de contratar a una empresa seria y con probidad para llevar a cabo el PREP, luego su componenda fue una nueva pifia –las cifras no fluyeron-.
El manejo de las urnas y las actas ha despertado suspicacias, lo mismo que la logística para su manejo y traslado. El Instituto es responsable de enturbiar la elección de alcaldes, de hacer enfurecer a la ciudadanía y lo que es peor de atentar contra el sistema democrático. Su accionar es todo menos transparente. Ni siquiera porque las elecciones se atrasaron debido a la pandemia tomaron las medidas necesarias para hacer un ejercicio decoroso. Si ya en el INE hay indicios de que su autonomía e independencia ha venido a menos, en Hidalgo se exhiben como unos lacayos del entramado histórico que sostiene al status quo. Muchas personas no tienen la certeza de que su voto se haya respetado; parece que hay consigna para repartir las presidencias como en un tablero de ajedrez. El daño que han hecho a la democracia estatal es muy grave y se les debe de responsabilizar. Las cabezas debían rodar en dicha entidad, a menos que los premien por su servil actuación.
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