Portal. Carlos Alcaraz, un jovencito de barba, sacudió la historia del tenis con un triple triunfo: sin proponérselo venció a Federer, Nadal y Djokovic en el mismo partido. Rara vez podemos mirar con tanta claridad el momento exacto en el que un deporte cambia de época: Alcaraz abrió en Londres un portal en el tiempo, ayer el tenis se movió un par de días hacia el futuro para situarnos en la era Post-Djokovic, Federer y Nadal. De ese tamaño es la embestida de un muchacho convertido en el sustituto natural del español, en el último gran rival en la carrera del serbio y en el mosquetero que jubilará a los mayores rivales del suizo.
Absorción. Como parte de un puñado de escenarios mitológicos, el Madison, el Maracaná, Mónaco, Wembley, Fenway, Lambeau Field o el Garden; la cancha central del All England Lawn Tenis & Croquet Club, tiene los tres grandes poderes que otorga la magia del deporte: convertirse durante algunas horas en el centro de la tierra, cambiar la historia en un segundo y conceder la inmortalidad a sus campeones. Al yacer exhausto y ganador sobre la hierba de Wimbledon, Alcaraz absorbió las propiedades de un campo santo regado por la sangre, sudor y lágrimas de tenistas legendarios: hay superficies que consagran.
Engaño. Engañadas por “líderes” virtuales y contagiadas por virus digitales, las nuevas generaciones creen que una competencia de League of Legends o un show como la Kings League son la nueva era del deporte. Sus desarrolladores y promotores, embaucadores de audiencias y tiburones de las redes, se han encargado de crear esta confusión entre los jóvenes atacando a conveniencia los valores del deporte tradicional al que llaman: antiguo y aburrido. Viendo jugar a Djokovic y Alcaraz, recordando a Federer y extrañando a Nadal, agradezco al auténtico deporte y a sus deportistas originales hacerme feliz como un aficionado tradicional, antiguo y aburrido.