Cultura

Marcel Proust y Mark Twain, “escritores de cama”

  • Los inmortales del momento
  • Marcel Proust y Mark Twain, “escritores de cama”
  • José de la Colina

Lo que menos podría uno sospechar es que un escritor tan intrincadamente civilizado y tan mentalmente complejo como Franz Kafka tuviera una vocación de cavernícola, pues allá por enero de 1913 describía a Felice, su novia, el lugar que consideraba ideal para escribir los inquietantes cuentos y novelas en los que, diríamos, la narración aspira al infinito y a ninguna solución:

"Con frecuencia pienso que para mí la mejor manera de vivir sería instalarme con una lámpara y un escritorio en el fondo de una caverna, tras un fuerte cerrojo, y que allí me depositasen la comida muy lejos del escritorio y yo fuese a buscarla pasando bajo todas las arcadas de piedra durante el que sería mi único paseo; y luego volvería a mi mesa, comería prontamente y recomenzaría mi trabajo... ¿Qué dices, querida, vendrías a vivir conmigo en la caverna?".

Y se recuerda al Marqués de Sade, que pasó más de un tercio de su existencia en cárceles a las cuales volvía repetidamente con cualquier pretexto, de modo que podría atribuírsele una vocación de gustoso prisionero, pues, a final de cuentas, en las prisiones tenía suficiente tiempo y tranquilidad para, con la entintada pluma de ganso en la febril aunque fría mano, poner en juego su imaginación, que era desatada pero pobrísima, pues por muchas peripecias libertinas y muchos personajes lujuriosos y crueles que monótonamente reiteró en el papel, lo que menos logró es comunicarnos la sensación de vida y libertad de esas "criaturas".

Anotaciones como las anteriores me las comparten mis dos fieles lectores (uno sería yo, y el otro... quién sabe), lanzándome de pantalla a pantalla la consecuente pregunta: ¿cuál sería el lugar ideal para escribir, tomando en cuenta la preferencia que enlazaría, sin que ellos tan siquiera lo sospechasen, a escritores tan diversos como Twain,Tolstoi, Unamuno, Valle-Inclán, Nabokov, Onetti, Capote?

A la pregunta responde, sin palabras, la célebre foto en que se ve a un escritor tan vigoroso como Mark Twain (del cual no imaginaríamos que fuese adicto a esa costumbre tradicionalmente atribuida a la pereza), escribiendo en postura horizontal y entre almohadas, sábanas y mantas.

Y la respuesta, ya hecha verbalmente, iría así: El lugar mejor para escribir es la cama.

Cuando pienso que, escribiendo en el lecho, Marcel Proust logró su infinita busca del tiempo pasado (y no "tiempo perdido", como equivocadamente dice un traductor, pues en español eso de "perder el tiempo" es otra cosa que el pasar del tiempo), estoy tentado de volverme asmático, para, durante la interminable noche del asma, que también sería noche abierta del alma, intentar una obra portentosa como la proustiana. Y venga aquí, al respecto, el testimonio de su leal sirvienta, la admirable Célestine: "Nunca he visto al señor Proust tomar la más pequeña nota estando de pie o siquiera sentado; todo lo que escribió, excepto leves excepciones, lo hizo apoyando la cabeza entre almohadones y usando las rodillas como escritorio".

Volviendo a Mark Twain, otro de mis mayores héroes de las batallas de pluma en campos de escritura, sucede que, tras releer una vez más sus inagotables Aventuras de Huckleberry Finn, me fascina el saber que, no por causa de enfermedad, como en el caso de Marcel Proust, sino por mera real gana, siempre escribía así, en el mismo lecho en que luego dormía en total salud de cuerpo y espíritu; y quizá aun durmiendo seguía escribiendo, que eso en cierto modo es el soñar: una escritura poderosa pero sumamente volátil. Vean a Mark Twain, con la noble, melenuda y bigotuda cabeza inclinada apenas hacia el papel al que su blancura no defiende, véanlo escribiendo con un grueso lápiz o con la gruesa estilográfica de entonces. La imagen ya indica que el lecho es el mejor lugar en el cual escribir, y me causa envidia porque yo nunca, ni siquiera en mis largas gripes, he podido hacer eso en la cama, grato sitio en el que, ocasionalmente, leo u oigo música, pero no puedo fácilmente usar lápiz o pluma o cualquier máquina de teclas mecánicas o electrónicas.

Ignoro por qué no puedo ser escritor de cama. ¿Es por causa de mi débil espina dorsal, tan incomodante en la horizontalidad? ¿Es porque, pese a mi irrefrenable gusto por escribir (bien o mal, pero escribir), también lo considero un trabajo, una especie de empleo del que yo sería el patrón implacable aunque amoroso? ¿O es que, siendo profesional de la prosa para ganar los profanos pero imprescindibles alimentos, pienso que es inmoral hacer en la cama otra cosa que el descanso y la cópula? ¿O porque temo que, si escribo acostado, la escritura me saldrá demasiado horizontal, es decir quieta y adormecedora, como a veces, demasiadas veces, me sale?

A saber, pero, ay, ¡cómo envidio a los "escritores de cama"!

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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