Política

2014, desear en presente

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  • 2014, desear en presente
  • José Antonio Alvear

“Por pequeño que sea un deseo, te

mantiene atado, como el ternero a la vaca”

Buda, Dhammapada 20:12

Si fuera budista (me encantaría serlo pero nací muy lejos de ese centro, y creo que la religión es un fenómeno social), buscaría la manera de que en la fiesta de año nuevo, la palabra deseo me sonara a bagatela. Me parece de lo más sugerente que hayan llegado, esta sagrada religión, a relacionar el deseo con la causa misma del sufrimiento. Para Buda, el complejo asunto de la felicidad se simplificaba controlando la mente, dando lo que tuvieras (por poco que fuera), y erradicando el deseo de tu corazón y de tu cuerpo. Para nuestra cultura, esto suena tan difícil como insípido; nos dedicamos a enaltecer el deseo y lo subrayamos con el consumo.

El tema viene a cuento porque corre el último día del año y buena parte de él, lo dedicamos a lamentarnos por los deseos no logrados, o a desear lo que aún no tenemos.

Por otro lado, los principios morales del capitalismo imperante (¿nuestra verdadera religión?), dirigen todas nuestras baterías anímicas no sólo a desear, sino a perfeccionar todo tipo de anhelo. Y así como el budista desea con todo corazón no desear, el capitalista, por el contrario, grita a los cuatro vientos sus más caros deseos; desde este parámetro, tus deseos deben aspirar alto. Quien no desea más éxito, más dinero, más poder, más acomodo, es simplemente un mediocre sin aspiraciones que acabará sufriendo por carencia de satisfactores. Es así que el deseo de desear mejor nos tiene tomados de nuestras vergüenzas, como dirían los antiguos.

Nos atenemos entonces a desear no desear para evitar el sufrimiento, o perfeccionar nuestro deseo para engañar al sufrimiento y alcanzar la “realización” ... Pareciera que no hay demasiadas opciones.

Buscando una elegante salida a la antinomia, considero que hay una ventana de escape, pero hay que considerar lo siguiente: desear es connatural a la vida, la naturaleza misma desea permanecer y busca siempre ir hacia adelante. Sin embargo, el corte delicado pudiera estar en imitar a esa naturaleza aludida.

Me explico. La vida en cualquiera de sus formas (excepto la humana, acaso), desea seguir adelante pero no como un deseo de futuro, sino como una pasión presente. Ni el jitomate ni el perro crecen por una aspiración. Su pasión vital no tiene mañana, tiene un presente en donde se concentra todo su tiempo. Si hacen bien su trabajo de cada día, su especie gozará los frutos de ello. El futuro, el futuro real, es para aquellos que lo vivirán como presente.

Convencido de lo anterior, pongo en la mesa mi deseo de año nuevo. Lo bañaré de presente, no de futuro, y lo dejaré secar al sol de la buena voluntad para que suene más tierno. No será un deseo de poseer para tener o ser “más”, ni buscará tampoco no desear para no sufrir. Lo comparto por si sirve de algo a quien ha tenido la paciencia de haberme leído hasta ahora.

Sin más, mi deseo es el de hablar mejor. Esto significa para mí enriquecer mi lenguaje con el propósito de distinguir mi realidad con más precisión. El lenguaje burdo, a todo lo llama de la misma manera, y eso es terriblemente injusto. Pero sobre todo, desear hablar mejor es desear perfeccionar el código de nuestra alma, quiero decir: hablar al otro con nuestras imágenes más bellas, nuestra consideración más alta, nuestro verdad más clara, nuestros puentes más firmes y, por qué no, nuestras denuncias más justas. Hablar es un acto que sólo sucede en el presente, es nuestra donación más inmediata y por lo tanto, nuestra responsabilidad más cara para con los demás. Tal vez si todos habláramos al otro con más belleza, más justicia y más amor, este año que viene, la palabra habrá salvado algo en nosotros. Ese es mi deseo. Ahora sí, ¡Salud!

http://twitter.com/TAlvear

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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