La historia humana está plagada de páginas bestiales. Sin ir muy lejos, el Siglo XX probó de qué puede estar hecha la especie y de cómo es posible llevar a las sociedades y países correspondientes a pasajes de barbarie, de inhumanidad. Carnicerías de otros milenios palidecen ante ello, tanto en métodos como en la suma de millones de víctimas.
Concediendo que, como aseguró el historiador Arnold J. Toynbee, "los grandes benefactores de la actual generación de la humanidad" han sido "Confucio y Lao Tzu, Buda, los profetas de Israel y Judá, Zoroastro, Jesús, Mahoma y Sócrates", muchos de sus representantes y feligreses han resultado una alucinación, con una epidermis opuesta e hipersensible.
Cierto que la libertad de expresión tiene sus límites, aunque tendría que ser igual el reclamo de algo que se estime injurioso o infamante. A lo que a veces se llega en ésto impone nuevos términos.
Algunos textos sobre fundamentalismo religioso (que no difieren mucho del ofuscamiento económico ni político) parecerían fantasiosos a pesar de lo real y grave, porque describen a seres humanos despojados de su voluntad, a sociedades enteras como hordas de muertos vivientes o robots programados cibernéticamente.
Pero resulta que existen y, por desgracia, mostrarse no los fatiga. Lo mismo en el genocidio perpetrado por el gobierno judío contra los palestinos el año pasado (y desde hace decenios), que las reiteradas manifestaciones sanguinarias de muchos islamistas en contra de lo que puedan (también desde hace muchas décadas).
El ataque contra el semanario satírico Charlie Hebdo, en Francia, tendría sus antecedentes en un resentimiento por la guerra librada entre ese país y Argelia entre 1954 y 1962, por la independencia de ésta nación.
Pero en el fondo están los peores venenos para el ser humano: la fe ciega y la intolerancia.
No se ve otra cosa que haya llevado a los hermanos Chérif y Said Kouachi, de 32 y 34 años, respectivamente, a cometer el atentado contra los caricaturistas de la citada publicación, dejando un saldo de doce muertos, a los cuales se sumaron otros siete, cuatro ciudadanos tomados como rehenes y tres de ellos yihadistas, mismos que, a pesar de que la policía intentó negociar su rendición, quisieron morir como mártires, petición típica del fanático.
Según despachos de prensa, la "razón" del ataque fue que los extremistas querían vengar a su "profeta" (Mahoma) tras ser caricaturizado en blasfemas y, para ellos, "ofensivas" ilustraciones. Eso es todo. Por imbécil que sea. Por bárbaro que resulte. Así ha sido y será. Porque, desgraciadamente, muchos creyentes cuyas religiones se fundan en el amor hacia sus dioses y profetas, no lo tienen con seres iguales que ellos, de carne y hueso, humanos.
