Poco duró el boom del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), el segundo en su tipo creado en el Estado de México, pues se trata de infraestructura con poca operatividad tendiente a convertirse en uno de los llamados elefantes blancos, tal y como ha ocurrido con el de Toluca. (Por cierto, que a este último habría que comenzar a quitarle lo de “Internacional” del nombre, pues desde hace años lo más lejos que vuela es a Cancún o Tijuana.
Ambos aeropuertos están destinados a seguir subutilizados si no se les considera como objetivos prioritarios por las autoridades. Aunque en las últimas semanas se les ha hecho notar en los medios de comunicación, como fue el caso de la reanudación de operaciones en Toluca, la realidad es que en ambos están llevando los vuelos menos redituables para las aerolíneas en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), las “sobras” de lo que tienen en la capital del país, por decirlo de alguna manera.
El aeropuerto de Toluca reinició su actividad con siete destinos nacionales, busca que anualmente tengan atención a por lo menos 500 mil pasajeros, reto mayúsculo para los responsables de que despegue, pues recordemos que en éste se movían por lo menos 4 millones de pasajeros al año, su capacidad es para 8 millones.
Con este regreso, también quedó demostrado que el lugar importa, tanto que en sus primeros días el AIT tuvo más operaciones que el AIFA, de ese tamaño es la diferencia. Pero no echemos campanas al vuelo, recordemos que cifras de la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC), revelan que, de enero a abril de este año, el AIT movilizó a alrededor de 36 mil 743 pasajeros, una disminución del 23.4% si se compara con el primer cuatrimestre de 2021, cuando se ubicó en 48 mil pasajeros.
En el aeropuerto de Santa Lucía por más que buscan que sea del agrado de los pasajeros sigue siendo visto como lejano e inoperante, pero poco a poco va sumando vuelos de aerolíneas como Volaris y Viva aerobús. No obstante, seguirá siendo regional, local, debido a la falta de certificación y sumado a que nuestro país no ha recuperado la categoría 1 en materia de seguridad en Estados Unidos, hecho que impidió a Volaris sus planes de volar a Los Ángeles.
Es aquí cuando vale la pena cuestionarse, ¿vale la pena la integración del Sistema Aeroportuario Metropolitano?, ¿contarán estas regiones en el corto plazo con la infraestructura carretera y condiciones favorables para crecer? Sin duda el reto es mayúsculo, las alas podrán estar listas para su despegue, pero factores como la inflación, los efectos como la pandemia y la escasa conexión podrían seguir inhibiendo lo que anhelan presumir como logros.
Germán Zepeda