Se esperaba en las elecciones intermedias de Estados Unidos una marea roja, de acuerdo con diversas encuestas tanto la Cámara de Representantes como la de Senadores iban a quedar en manos del Partido Republicano, no obstante, no fue así, el partido Demócrata dio la sorpresa al retener la Cámara de Senadores y todo indica perderá por poco margen la Cámara de Representantes (aún se siguen contabilizando votos en estados como California).
Los resultados para los demócratas no fueron del todo catastróficos, tampoco fueron buenos, lo reñido de las elecciones deja entrever aún la polarización política y social que hay en el vecino del norte.
Joe Biden y su partido tienen dos años para recuperar credibilidad entre la población a fin de afrontar las elecciones presidenciales.
De finales de enero de 2021 (cuando comenzó la administración) a la fecha la aprobación presidencial ha ido en picada; una encuesta de Associated Press (AP), elaborada del 28 de enero al 1 de febrero del año pasado, mencionaba una aprobación del 61%, dos años después la aprobación ronda el 40%, la agencia de noticias Reuters la ubica en un 37%.
El Partido Demócrata tiene mucho por hacer, la agenda política del presidente Biden no tiene rumbo, a nivel interno la inflación está afectando el poder adquisitivo de los estadounidenses lo que agrava la desigualdad social que se ha acrecentado con la implementación de las políticas neoliberales del Consenso de Washington.
Un dato para destacar es que los latinos eran un voto duro para los demócratas, elección con elección el panorama ha cambiado, los latinos no votan en automático por este partido, un informe de la consultora LSG, “Análisis del voto hispano”, menciona que mas del 50% de los latinos desaprueba la gestión de Biden y casi tres de cada cuatro están insatisfechos con el rumbo del país, hay indicios que el voto latino se esta extrapolando hacia el Partido Republicano, sobre todo en estados como Texas.
Los republicanos apelan a políticas que impulsen dogmas conservadores en lo social y religiosos para ganar el voto latino, un método que parece estarles funcionando.
El Partido Republicano ganará, no por mucho, la Cámara de Representantes.
Políticos como el gobernador de Florida Ron DeSantis, quien fue reelecto en las elecciones pasadas, pueden ser el nuevo liderazgo del partido en virtud de que los candidatos extremistas que fueron apoyados por Trump perdieron en estas elecciones.
De Santis, junto con otros republicanos, saben que el trumpismo sigue con vida entre gran parte de la población y de la base del Partido Republicano, pero eso no quiere decir que con ello Trump, creador y líder del movimiento, encabecé la próxima candidatura presidencial.
Al interior de ambos partidos se espera haya cambios en el corto y mediano plazo, en el Partido Demócrata el ala izquierda encabezada por la congresista Alexandria Ocasio y el senador Bernie Sanders buscará que la agenda política socialdemócrata propuesta por ellos durante las elecciones presidenciales de 2020 se materialice y no solo esté en la retórica de Biden, además de pugnar para que más candidatos afines a esta ala sean postulados en próximas elecciones.
En el Partido Republicano buscarán que el discurso Trumpista, que tanto ha gustado a casi la mitad de la población estadounidense, se mantenga vigente, pero sin que Trump sea quien lo diserte.
Dos años para las elecciones presidenciales de 2024, se perfila una contienda difícil como la de hace dos años, aunque de no corregir el rumbo es posible que Biden le entregue el poder al Partido Republicano.