Los partidos políticos nacieron para sustituir a los ejércitos, las logias masónicas y otras formas de organización que los seres humanos han creado, a fin de conquistar el poder de manera pacífica. Desde su aparición han sido maquinarias enfocadas a conquistar espacios políticos y a ganar elecciones, razón por la cual han buscado mantenerse unidos, pues la división interna es casi siempre el preludio de la derrota.
Esta no parece ser la lógica con la que se ha conducido el PAN durante los últimos tiempos. Desde hace algunos años, especialmente a partir de la pérdida de la Presidencia de la República, se ha visto afectado por las deserciones y los conflictos internos entre los grupos políticos más importantes que lo han dirigido. Y este fenómeno no se ha detenido; por momentos parece crecer.
Este hecho se ha recrudecido a partir de la conclusión de los procesos electorales para gobernador en Coahuila y el Estado de México. Después de una aparente conformidad con los resultados electorales en esos estados, el presidente nacional de ese partido, Ricardo Anaya, se ha visto involucrado en un fuerte enfrentamiento con el Gobierno Federal y el PRI, por su patrimonio inmobiliario; después con integrantes de su propio partido.
En este último, el problema de fondo parece ser la lucha por la candidatura presidencial del panismo, donde al parecer dos de las corrientes más importantes se disputan la posibilidad de regresar a Los Pinos y también el control del partido. Los seguidores de Felipe Calderón, entre otros Ernesto Cordero y ahora Miguel Ángel Toscano, parecen entablados en una lucha sin cuartel con Ricardo Anaya: el primero por el tema del Fiscal General de la República y el control de la Cámara de Senadores; el segundo por las reformas hechas a los estatutos del PAN en 2016.
Independientemente de quien tenga razón y gane la batalla, lo grave es que el PAN se encamina a las elecciones de 2018 muy dividido. En esas condiciones sus posibilidades de victoria pueden disminuir de manera significativa. Su división interna será favorable para todos sus adversarios políticos, especialmente para quien detenta actualmente la Presidencia de la República: el PRI. Esta tendencia puede reflejarse también en el frente político que actualmente construye con el PRD y otros partidos menores. Si ese frente nace débil será poco probable que se fortalezca con el tiempo. Esa parece ser la apuesta de quienes aspiran a conservar Los Pinos.