Política

Se busca político

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Pues sí, ahora resulta que necesitamos políticos. Casi de la noche a la mañana hemos caído en la cuenta de que necesitamos alguno, más de uno en realidad, capaces de articular una postura coherente en la Cámara, y conseguir un consenso, y negociar una mejor legislación sobre energía eléctrica. Es peor todavía: necesitamos a los partidos políticos, partidos con posturas sólidas, argumentables, voto disciplinado.

En la prensa todo son quejas por la miseria de la oposición, o por la nulidad programática del partido oficial, y es verdad todo eso, solo es extraño que haya quien se sorprenda. Este orden de hoy se ha hecho a base de votos, y con tiempo. Se buscan las causas en la desigualdad, la pobreza, en la corrupción de los gobiernos anteriores, y no hay duda de que es así, pero se pasa por alto la influencia seguramente decisiva de la antipolítica. Han sido treinta años largos de denostar a los políticos, porque son todos iguales, y también a los partidos, treinta años de pedir que se vote contra los políticos —y hemos conseguido un muy sólido desprecio de la democracia: mejor cualquier otra cosa, lo que sea.

La marejada comenzó con el entusiasmo por la Sociedad Civil, que venía a ser una forma de representación vicaria, sin los vicios de la política. Siguió con la irresponsable, infantil campaña por el voto en blanco, y después con la fantasía de los candidatos independientes: cualquier cosa menos los partidos, los políticos. Y bien, a fin de cuentas, la antipolítica produjo esto: la antipolítica (no faltarán quienes recuerden a Ortega: “no es esto, no es esto”).

Extrañamente, cuando se habla de una posible reforma del sistema electoral vuelven siempre, como movidas por un resorte, las mismas ideas. Primero, eliminar las plurinominales, pensadas en nuestro sistema para moderar el peso de la primera mayoría, para que el PRI no se quedase con todo y que hubiese una representación más ajustada de la pluralidad existente (para entendernos, se trataría hoy de escoger entre tener solo 300 diputados de Morena, o 300 de Morena y 200 de oposición). A continuación, acabar con los partidos, quitarles el financiamiento, favorecer candidaturas independientes. Veamos: el predominio de los partidos tiene muchos problemas, en su favor solo puede decirse que es mejor que las alternativas. Sin financiamiento público, el dinero pondría a los candidatos (hoy también sucede, es verdad, pero hay sanciones, y a veces se pierde una candidatura o una elección por ese motivo). Y un candidato que respondiera únicamente a su distrito, que necesita una carretera o una exención fiscal o un hospital de especialidades, podría ofrecer su voto en la Cámara para todo lo demás —sin tener que preocuparse por la imagen del partido.

El sistema tiene muchos defectos. Lo que se ha propuesto es todo peor, pensado a partir de una imagen fantasiosa, infantil, del sistema político gringo. Llevamos treinta años de golpear todos los días a los políticos, a los partidos, y eso también ha sido un factor para producir esto que tenemos. Ahora resulta que necesitamos políticos, partidos con identidad reconocible. Y no hay. 

Fernando Escalante Gonzalbo

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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