Política

Claudia candidata

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López Obrador no es un político como los demás (él dice no soy un ambicioso vulgar). Ciertamente, él es edición singular. Sus virtudes y defectos están en el punto más elevado posible del umbral. Aunque habla despectivamente de la ambición, él es su mejor personificación y lo impulsa: no tanto para mover montañas, pero sí para llegar de Macuspana a morador del Palacio Nacional.

Ahora Andrés Manuel piensa en la sucesión. Debió preocuparle, por un lado, el rechazo electoral especialmente en el poniente del Valle de México y, por el otro, que su único prospecto, Claudia Sheinbaum, resultara comprometida por la impericia en ratificar la hegemonía de la izquierda en Ciudad de México.

La perorata presidencial sobre las clases medias fue absurda y contraproducente. Son los mismos que le llevaron a concretar su ambición. Para salvar a Claudia se optó por protegerla con nombres que son simple utilería. Así como el Presidente piensa del ministro Arturo Zaldívar como el único capaz de llevar a buen puerto la reforma judicial, igual es con la jefa de Gobierno. El patrón es el mismo.

La jefa de Gobierno está ante el reto de construir su propia candidatura, no como títere de AMLO

Cuerpo.....

La descalificación de Ricardo Monreal es otra forma de quitar responsabilidad a su favorita. También el señalamiento a los medios como instrumentos de los conservadores para confundir a los votantes. La exclusión grosera del líder del Senado tiene tal objetivo, aunque complique la operación política en la Cámara alta. El tribunal del Santo Oficio de los miércoles es para probar la supuesta cobertura negativa a su partido y la causa del desastre. De nuevo el complot, el fantasma que ha acompañado a López Obrador en su periplo por el poder. La ambición y la paranoia han sido el motor, sus leales compañeras de viaje.

Claudia Sheinbaum puede ser candidata, pero encara dos problemas no menores: mantener la unidad de la coalición gobernante y, el más relevante, construir su candidatura en sus propios términos y no como títere del Presidente. Lo hizo más que bien en la pandemia, pero persistir conlleva el riesgo de que quien decide pudiera sentirse amenazado por lo evidente, lo inevitable: quien lo suceda no podrá garantizarle continuidad. Es lo mismo que preocupaba a sus antecesores con excepción de Ernesto Zedillo. Para ellos el tamaño de su ambición para llegar, era igual al miedo de ver naufragar su proyecto en la incertidumbre sucesoria.

Claudia también puede ser presidenta. Pero el camino no es el del sometimiento, sino acreditar que ella sí puede hacer realidad lo fundamental del proyecto obradorista que derivó en desastre mayor. El legado no da para una reedición del caudillismo, ni siquiera para una mediana propuesta de continuidad. Sí se puede alcanzar mucho de lo anhelado, pero el camino, sin duda, es otro, muy distinto. El rencor social y la esperanza persisten y la credibilidad de quien los represente se dará con la distancia a lo que existe, y en eso, para lo que viene, la continuidad es rechazo, mensaje inequívoco del voto urbano en las pasadas elecciones. _

Federico Berrueto

@berrueto

fberrueto@gmail.com


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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