En estos tiempos de covid nos hemos dado cuenta que la vida se nos puede ir en un abrir y cerrar de ojos, hay testimonios de personas que cuentan que ya no volvieron a ver a su familiar, que sólo les entregaron una urna llena de cenizas.
Es poco el amor y gastándolo en celos, es una de las frases que le aprendí a mi padre.
La vida se nos va, y nos la estamos gastando en resentimientos, odios, en cargas que no son nuestras.
En redes sociales, hay amigos que están posteando oraciones pidiendo al creador que pare los contagios, se nos olvida que él nos dio el libre albedrío.
He sabido de gente que dio positivo a covid – 19, y que irresponsablemente salen a la calle, argumentando que tienen que realizar trámites, ir a la despensa, a trabajar, y a un sinfín de cosas, sin importarle su propio bienestar, mucho menos el del prójimo, hay estudios que dicen que por cada infectado al menos tres personas son contagiadas.
¿Será que estos individuos no tienen amigos o familiares que les ayuden?, ¿o será que su soberbia no les permite pedir ayuda?
Y si es que no hay ese alguien, pregúntese por qué.
Uno de los mandamientos de la iglesia consigna que debemos amar al prójimo como a uno mismo, pero como reza el dicho:
No le pidas peras al olmo, es decir, no esperemos que cuiden de los demás, si ni siquiera son capaces de cuidar de sí mismos, traducción, no hay amor.
He celebrado la decisión de personas que responsablemente, desde la sospecha de haber sido contagiados, se han encerrado en casa cuidando de ellos y de los demás, han tenido la humildad de pedir ayuda, y su gente ha estado ahí.
Dicen que cuando la conciencia está dormida llega el dolor y la despierta, tengo conocidos que les dio covid por andar divirtiéndose sin importarles nada, contagiaron a su familia y milagrosamente nació la conciencia.
Nadie puede salvar a nadie sino se salva primero a sí mismo, entiendo que sólo el amor nos salvará.
Somos la oscuridad y la luz, la decisión de ser los héroes de nuestra historia es de nosotros, usted decide amigo lector, ser la oscuridad que abonará a la muerte del prójimo o ser la luz que salvará a su pequeño mundo.
