El viernes, por la mañana, un comando emboscó y atacó con más de 150 balas al secretario de Seguridad Ciudadana en la CdMx, Omar García Harfuch, recordándole a México que además de la pandemia de coronavirus, tiene una epidemia de violencia, una plaga criminal que no perdona.
Ahí murieron dos escoltas del funcionario y una mujer que iba a trabajar cuando el tiempo y el destino la pusieron en el camino de estos animales que ostentan el miedo.
Por la tarde, los gobernadores del bloque opositor pidieron a la cuatroté, desde Tampico, cuna de marcianos, que “no politizara” el tema de seguridad...
¡Cositas!
Claro que AMLO está politizando la seguridad -ese man todo lo politiza- pero también estamos hablando de la voz de representantes de Jalisco, de Nuevo León, de Michoacán, de Tamaulipas, estados que tienen la violencia del crimen organizado como canasta básica, en donde muchos civiles tienen que presupuestarse el cobro de piso.
¿No llegó Cabeza de Vaca, aun siendo senador, a la gubernatura con discursos tan poderosos contra el crimen organizado y la blandura del estado y proponiendo la militarización?
Por otra parte, el crimen organizado y la política están hermanados, la segunda forma parte del engranaje de la primera, porque no se entiende tanto poder de una organización sin el consentimiento del poder político. Genaro García Luna, que tanto le gusta recordar a AMLO cada mañanera, es solo una muestra, pero todos los partidos y todos los gobiernos han entregado a algún personaje que muestra el poder de filtración criminal en la estructura de los gobiernos, locales, estatales y federales. La apertura de la caja de Pandora del narco ha presentado gobernadores, secretarios, policías, alcaldes, diputados, como aliados.
¿No politizar? Tan solo al decir que no se politice la seguridad ya se está politizando; pero es tentador, es la bandera jugosa del político, la promesa tóxica, insincera, porque es la que más le pesa al ciudadano, la que más sufre, y junto a la economía sana, la que más anhela.
El llamado de los gobers a AMLO es un pleonasmo, pero ojalá la genuinidad de la exigencia vaya implícita en el actuar de sus estados, porque hasta hoy, en muchos de ellos, el otro poder ostenta.
Parafraseando al “Bronco”: “a jalar que se ocupa, compadres”.