Lo más importante para el gobernador electo de Hidalgo, Julio Menchaca Salazar, es fijar los términos de la transición política, pero con su equipo de trabajo.
Contrario a lo hecho por sus antecesores en donde una de las principales causas del inicio atropellado fue el delegar responsabilidades que terminaron en promoción de perfiles, lo que demanda la ciudadanía es que se entregue un plan de trabajo con puntos concretos para poder dar inicio a la “transformación de Hidalgo”.
Para ello no es necesario pintar todas las paredes, con que se cuente con elementos mínimos e indispensables como personal dispuesto a colaborar sin importar ideologías y con transparencia en el uso de los recursos, es más que suficiente.
Una de las claves para la correcta transición es la comunicación fluida entre los miembros de un equipo de trabajo; muchos y en anteriores periodos de cambio de sexenio, cayeron en el influyentismo y en la falta de visión a largo plazo para saber qué era lo que más le convenía a la gente, no al próximo gobernador en turno.
En sus discursos de toma de protesta, los ex mandatarios han recalcado que no pueden fallar y piden a sus allegados ayudar sin interés a la causa; parte de ello es cierto, pero no todo debe continuar como tal, pues se debe de poner en el primer escalafón a la gente más necesitada antes que al personaje político.
La lealtad en el gobierno deberá estar, pues, con los ciudadanos y no con el jefe político; no por rebeldía o sublevación, sino porque es la única vía para poder transformar de fondo las acciones dentro de la administración pública, que como su nombre lo dice, es de todas y todos, no solo de algunos.
La correcta transición también dependerá de no caer en el juego de egos entre los participantes, pues más allá de calificaciones personales, está la evaluación popular que ya comenzó de por sí en las urnas el pasado 5 de junio.
Eduardo Gonzáleztwitter: @laloflu
