La votación del 5 de junio en Hidalgo bien puede ser presentada como un caso de éxito. No por los resultados propiamente, sino por la organización y el contexto político y social.
El Instituto Estatal Electoral de Hidalgo, el IEEH como todos lo conocemos, se encontraba en la lona apenas en febrero pasado. Desde el INE, luego de la resolución del Tribunal Electoral federal, se ordenó la remoción de su consejera presidenta y de un consejero.
Comenzó una campaña, en pleno proceso para la gubernatura, de descrédito de parte de partidos y de algunos actores políticos, la confianza previo a una votación quedó en entredicho; las razones tenían su justificación: el fallo de 2020 en la elección de municipios dejó muy mal parado al organismo ante la sociedad y las autoridades que juzgan el actuar de los árbitros de la democracia.
Con todo y eso, el IEEH se supo levantar de la mano de consejeros locales, del acompañamiento del INE, de la propia sociedad que participó en la capacitación, promoción del voto (dirán que hubo abstencionismo, pero salieron más de un millón de personas), sin ningún incidente de gravedad en las casillas, sin el escenario caótico que pintaron partidos y coaliciones como el que habría violencia, intromisión de no sé qué tantas cosas.
Si alguien ganó también con la elección fue el IEEH y de paso el INE, lo que viene a fortalecer a dichas figuras como las únicas defensas de la democracia en el país, que resisten con resultados en la víspera de la presentación de una reforma política que quiere su desaparición. El IEEH se comportó a la altura y el INE se consolida como un árbitro fuerte para 2024.
Eduardo GonzálezTwitter: @laloflu
