Las recientes marchas de mujeres en CdMx y en otras ciudades del país demostraron nuevamente su vigor y coraje ante los constantes ultrajes de todo tipo que padecen dentro y fuera de sus hogares.
Las cifras oficiales sobre esa violencia, aun manipuladas a la baja (y que muchos delitos no se denuncian) dan cuenta de la oprobiosa realidad que hasta hoy ningún gobierno ha enfrentado eficazmente.
Peor aun: el actual obradorismo cuatrotero injuria y descalifica a las que participan en esas marchas, y niega la realidad afirmando que son manipuladas por quienes quieren “desacreditar al presidente”; y así, miserablemente, las revictimiza y se lava las manos.
Ellas han respondido, con verdad, que no son instrumentos de ningún partido político ni grupo de poder, y que solamente defienden sus derechos y libertades. Nada más pero nada menos.
Sin embargo, estas formidables expresiones de cientos de miles de mujeres, que cada día son más numerosas, simplemente se suman a las de años anteriores; y la realidad, la terca realidad nos demuestra que la brutalidad contra ellas sigue y va en aumento.
Lo cierto es que la lucha femenina es legítima y todos los mexicanos bien nacidos debemos apoyarla, empezando por establecer y garantizar en el seno de nuestros hogares que a las mujeres se les respete.
Es fundamental que no se dejen manipular por nadie, y ahora se les presenta una ocasión inmejorable, y deben dar un paso adelante: si hay dos mujeres que están disputando entre sí la presidencia de México, todo ese conglomerado mujeril (que son la mayoría del padrón) tiene la oportunidad de irrumpir en la política; y la forma más sencilla de hacerlo es eligiendo el próximo 2 de junio a la mujer que realmente las entienda, que sienta su dolor porque lo ha vivido, porque nació en la pobreza y la violencia extremas, pero las superó y es hoy una mujer honesta y capaz, que ha luchado siempre por las mejores causas de México, entre ellas: las de las comunidades indígenas a las que ha llevado auxilio y esperanza. Esa mujer a la que no tienen coptada los partidos políticos, los grupos de poder o el crimen organizado; esa mujer que no es ni será corcholata de nadie, ni es ni será usada como mona de trapo para decidir y hacer lo que ordene y mande el ventrílocuo perverso, pelafustán, iletrado y probadamente corrupto.
Por su ejemplar trayectoria, no hay duda de que la ingeniera Xóchitl Gálvez emprenderá una política integral para que sean castigados los violentadores de mujeres, evitando que se refocilen en la impunidad esos cretinos que demuestran con su proceder no tener madre.
México será grande cuando sus mujeres sean respetadas y valoradas; cuando puedan realizarse plenamente como seres humanos; cuando en los 8 de marzo se pueda festejar con auténtica alegría El día de las mujeres.
