Comunidad

La obscenidad de tener razón

Hay una forma de violencia que no deja moretones. No grita, no empuja, no amenaza. 

Se presenta como virtud. Dice: “tengo razón”. Y lo dice no para aportar al diálogo, sino para cerrar la discusión.

En la vida cotidiana, en la discusión política, en la pareja, en redes sociales, tener razón se ha convertido en un trofeo moral. 

No importa tanto qué se discute, sino quién gana. 

El argumento deja de ser un puente y se vuelve un muro. ¿Para qué quieres tener razón?

Jorge Luis Borges, que desconfiaba profundamente de las certezas ruidosas, lo formuló con una lucidez incómoda. 

En una entrevista recogida por La Nación, afirmó: “Trate siempre de no tener razón; tener razón es una descortesía”.

La frase no es una apología del relativismo ni una renuncia a pensar. Es algo más exigente, una ética del desacuerdo. 

Borges no decía “da igual todo”, sino “cuidado con lo que haces cuando ganas”.

Porque tener razón, con la intención de exhibir, suele buscar tres cosas.

Primero, la humillación del otro. Alguien queda reducido al error. No aprende, pierde. 

Y perder en una conversación no es una experiencia formativa, es una experiencia de cierre.

Segundo, la ilusión de superioridad moral. Confundimos un acierto argumentativo con valor personal. 

Como si pensar bien nos hiciera mejores personas. No lo hace.

Tercero, el empobrecimiento del diálogo. Cuando el objetivo es tener razón, dejamos de escuchar. Ya no estamos frente a una persona, sino frente a un obstáculo.

Por tanto, la pregunta no es ¿quién tiene razón?, la pregunta es ¿qué tipo de relación produce esta forma de tener razón?

Hay razones que esclarecen y razones que aplastan. Hay verdades que abren y verdades que cancelan. 

La diferencia no está en el contenido, sino en la posición desde la que se habla.

Renunciar a “tener razón” no es rendirse. Es elegir algo más difícil… sostener la conversación sin necesidad de victoria. 

Aceptar que pensar juntos vale más que imponerse y quedar sólo.

Quizá por eso incomoda tanto Borges hoy. Porque en una época obsesionada con corregir, exhibir y sentenciar, recordar que tener razón puede ser una ordinariez es una forma discreta, pero radical, de la ética del cuidado.


@davidperezglobal

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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