El fin de semana pasado estuve en Camboya para correr 10 kilómetros en la zona arqueológica de Angkor Wat.
En el contingente de corredores había personas en silla de ruedas y personas con prótesis de pierna. Su participación no era una casualidad.
La organización japonesa Hearts of Gold ha sido la entidad clave vinculada a la paz y a las causas humanitarias que participó y apoyó la 30ª edición del Medio Maratón Internacional de Angkor Wat, celebrada el 7 de diciembre de 2025.
El evento deportivo fue fundado originalmente para alertar al mundo sobre los peligros de las minas terrestres y apoyar a las víctimas con fondos para prótesis y rehabilitación.
Los corredores participamos para apoyar la prohibición mundial de la fabricación y el uso de minas antipersona.
Durante décadas, Camboya y Tailandia han disputado una frontera delimitada de forma cuestionable, unos 817 km compartidos, en los que se encuentran reclamos de soberanía, historia colonial y territorios ancestrales. En 2025 esa tensión escaló dramáticamente.
El intercambio de artillería, cohetes, disparos y bombardeos fue la peor violencia fronteriza en décadas.
Ante tal gravedad, en octubre de este año se firmó un pacto de paz en Kuala Lumpur, mediado y presenciado por un tercero, el Presidente Donald Trump. Parecía el comienzo de una nueva etapa.
Sin embargo, en los últimos días, los combates han vuelto a arreciar.
Tailandia ha desplegado bombardeos aéreos porque afirmara que tropas camboyanas dispararon contra soldados tailandeses.
Por su parte, Camboya acusa a Tailandia de haber reanudado la agresión, de romper el alto al fuego y de provocar la crisis actual.
Este nuevo estallido revela que el pacto firmado en Kuala Lumpur, aunque simbólicamente importante, fue precario.
Este conflicto recuerda que la diplomacia mediada desde el poder global o los intereses económicos rara vez aborda las raíces del conflicto: la memoria, la identidad territorial, la dignidad, la seguridad de los civiles.
Que un acuerdo quede en el papel no significa que las balas no sigan volando. Que dos líderes firmen un decreto no borra la historia de minas, desplazamientos o templos ancestrales disputados
La paz sostenible exige voluntad local, garantías efectivas, desmilitarización real, iniciativas de reconstrucción social y, sobre todo, escuchar a las comunidades afectadas.
La comunidad internacional civil está haciendo su parte, falta voluntad política.
IG @davidperezglobal